Ya en la esquina comenzó a predicar diciendo
que era un enviado de Dios para anunciar la terminación
del mundo. Que había miseria, hambre, y se presentaría
el anticristo ofreciendo pan, pero el que lo aceptara,
quedaría marcado con una herradura para ir al
infierno; que pronto no habría piedra sobre piedra.
En la esquina de la tienda de don Andrés Mijangos,
frente al parque Hidalgo, repitió lo mismo, pero
al repetir que pronto no habría piedra sobre
piedra, una anciana de la ciudad de Campeche que radicaba
en Calkiní desde hacía muchos años,
llamada doña Trina Maldonado, gritó: no
habrá madre sobre madre..., y continuó
su camino.
Nosotros lo seguimos. Al llegar a la esquina de la
casa de don Gildardo Rivero, se presentó don
Satur Balam a ofrecerle un pan de su panadería,
ofrecimiento que no aceptó, agradeciéndole
este acto a don Satur. Seguidamente don Erasistrato
Avilés le ofreció el carro de don Antonio
Flores Torres para que lo llevara a Bécal, habiendo
agradecido este gesto, pero tampoco lo aceptó.
Siguió su recorrido y nosotros tras de él
hasta Tepakán. Habiendo predicado a la entrada
de la plaza, para después dirigirse hacia el
camino de la izquierda a la vía del ferrocarril.
Pidió entrar a una casa cercana a la vía,
solicitándole a sus humildes habitantes que le
obsequiaran un poco de agua y un poco de miel, la ama
de casa le trajo agua en una jícara y miel en
una botella. Enoc movió la miel en el agua y
la tomó, sacando un pequeño frasco que
traía, lo llenó con miel devolviéndole
la botella a la señora. Cuando terminó
de tomar el agua y la miel, se paró y nos dijo:
les agradeceré que me dejen sólo para
seguir mi camino. Tomó el camino de la vía
del ferrocarril para seguir hacia Bécal. Posteriormente
se supo que era un yucateco.