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El
amigo Róger
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"La
verdadera amistad duplica los goces y corta las penas por la mitad." |
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"La
única manera de tener un amigo, es siendo amigo." |
Envuelto por
una agradable brisa vespertina, encontrándome en la terraza
de la casa, bajo la sombra de un frondoso flamboyán, dedicado
a uno de mis pasatiempos favoritos, la lectura, cuando de pronto
escuché el riiin del teléfono, aparato portador
de noticias, era mi hermano Federico que desde Calkiní
me informaba de una noticia que me llenó de alegría
y tristeza al mismo tiempo. Era una invitación para asistir
con un grupo de amigos a depositar una ofrenda floral ante la
tumba de un entrañable amigo: Róger Herrera.
Alegría,
por ver y compartir con conocidos de antaño; tristeza,
porque lo harían, a quien aún ausente, propiciaba
la demostración de cuan sólida y trascendente fue
su amistad.
Con los ojos
cerrados, los recuerdos fluyeron raudos y limpios. En las alas
del pensamiento, me trasladé a mi tierra natal; en el tiempo
hasta el año de 1928; en el recuerdo, a un salón
de clases de la escuela primaria "Mateo Reyes", y en
la acción, al pupitre que compartía con un niño
de mi edad, pobre, humilde, huérfano de padre e inseparable
compañero de juegos y travesuras, amigos del alma a través
de la vida.
Róger
Herrera -tal era su nombre- había nacido con un defecto
en una pierna, defecto físico que nunca influyó
en su comportamiento, por el contrario, pareciera que era sinónimo
de nobleza, sociabilidad, indulgencia, mente privilegiada, solidario
y sentido de la AMISTAD, SIN TRAUMAS, excelente alumno, ocurrente,
siempre el primero, sincero y fiel, tanto en las buenas como en
las malas. Róger y yo, con el paso del tiempo llegamos
a ser uno solo. Nos ayudábamos, nos confiábamos,
nos defendíamos; compartí el pupitre hasta que terminamos
juntos nuestra primaria.
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Para las travesuras,
pero sin mala intención, se pintaba solo. Cierto día
en que escuchábamos la clase de civismo con mucha atención
se le ocurrió amarrar el cinturón del vestido de
una niña al pupitre, ésta al levantarse cayó
al suelo con consiguiente estruendo y risas de los compañeros.
Fue castigado con 300 renglones al aire, frente a la escuela y
yo como compañero de pupitre para contarlos, al rato de
estar cumpliendo con su castigo, gritó a la maestra pidiéndole
un borrador alegando que una palabra la había escrito mal.
La petición
inesperada de Róger dio motivo para que en el salón
surgiera una carcajada general que por espontánea y limpia
contagió hasta a la maestra.
La epidemia
del sarampión cundió en el pueblo, tuve que guardar
cuarentena. Como era de esperarse, el único que diariamente
me iba a ver era el amigo Róger, no fallaba ningún
día, los demás condiscípulos temían
el contagio y no arriesgaban la visita. Róger, a pesar
de las recomendaciones de mi madre sobre el contagio de la enfermedad,
él respondía siempre sonriendo... "Mejor, doña
Evelia, si me contagio me quedo aquí y así estaremos
Orlando y yo más tiempo sin que nadie nos moleste."
En el año
de 1934 fuimos escogidos para ingresar a la Normal Rural de Hecelchakán,
presentamos el examen de admisión, aprobamos; pero Róger
no pasó el examen médico por el defecto de su pierna;
en su semblante le adivinaba el desconsuelo por la irremediable
separación de su pareja... de dos entrañables amigos
que por primera vez se irían por caminos distintos; tristeza
y coraje por las injusticias de la madre naturaleza. El destino
fue una poderosa barrera que en ese momento la amistad no pudo
franquear.
En 1938, concluí
mi carrera de maestro y comencé a laborar en distintas
comunidades; mi amigo, mi inolvidable y entrañable amigo
Róger lo veía en los períodos vacacionales,
dedicado a la costura de sombreros de palma y a tocar la guitarra
en una orquesta; nuestras pláticas se concretaban más
bien a remembranzas de nuestra vida, aprovechando, momentos propicios
para aconsejarlo sobre el vicio que tenía el alcoholismo
en el cual, como muchos otros, creía tener alivio a sus
desventuras. Así transcurrió el tiempo, él
consumiento su existencia con el alcohol y yo desempeñando
mi labor magisterial. Varios años después, en un
período de vacaciones, cierta noche, previa a su cumpleaños,
un grupo de nuestros mutuos amigos me invitaron para llevarle
una serenata de "asalto" para agasajarlo, reanimarlo
e inyectarle un poco de optimismo y así recordarle con
nuestra presencia, que podía contar con el apoyo y cariño
de sus amigos.
Al concluir
con el repertorio, Róger nos flanqueó la puerta
de su humilde vivienda, desbordándose la alegría,
los abrazos, los recuerdos, las felicitaciones a él y a
su familia; sin embargo pude notar un ambiente de melancolía,
su esposa e hijos no podían ocultar que pasaban por momentos
muy difíciles, el alcoholismo los había marcado;
Róger era la imagen de este vicio y su secuela.
EL FESTEJO
aunque muy humilde, resultó divertido en un ambiente de
sincera convivialidad y fervor de amigos, ya despuntando el alba
los asistentes se despedían deseándose lo mejor.
Róger se aproximó a mí y dijo: -Orlando,
gracias por la serenata, lástima que ya se van. Pude notar
que de sus ojos brotaban lágrimas furtivas que disimuladamente
limpiaba con el dorso de la mano, me dio un fuerte abrazo, balbuciendo,
hermano... amigo mío, a dormir que mañana será
otro día.
¡Ironía
del destino! Róger, el buen amigo Róger, esa mañana
no despertó, quedó dormido para siempre en el día
de su cumpleaños, seguramente llevándose la imagen
de su AMIGO y de esta noche inolvidable. ¡QUE DIOS LO TENGA
EN SU GLORIA!
Cuando volví
a la realidad y manteniendo en el alma una profunda emoción,
con un suspiro largo largo, mi pensamiento volvió de su
largo viaje. Dejé la lectura para otro día y me
dispuse a preparar lo necesario para llegar a tiempo a "LA
OFRENDA FLORAL".
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Hugo Orlando Rodríguez Mijangos nació en Calkiní
el 3 de julio de 1919.Culminó sus estudios para ejercer la carrera
del magisterio en el año de 1938. Mientras le llegaba una oportunidad
para trabajar en la docencia, formó parte de la orquesta musical
"Aurora". En el año de 1942 fue llamado para ocupar
una plaza de maestro en la Villa de Palizada, Campeche. En septiembre
de 1997, el Ayuntamiento de Calkiní le publicó el libro
Mis productos. Cuentos, poemas y canciones, que fue presentado
en el Centro de Maestros No. 1, de esta ciudad, el 29 de noviembre del
mismo año, durante la VI Feria Artesanal y Cultural. Rodríguez
Mijangos acostumbraba escribirle un poema a su pueblo natal, durante
los festivales de Aniversario de la titulación de Calkiní
como ciudad. En diciembre de 1999, el poeta Brígido Redondo compiló
un libro titulado Decimario Mayor de Campeche, en el que se tomaron
en cuenta siete décimas de don Orlando. Uno de estos textos forma
parte del repertorio musical del trovador y poeta Erasmo Redondo, a
quien acompaña en algunos recitales la cantante Paola Manrique.
El Prof. Orlando falleció el sábado 27 de octubre de 2001,
en la ciudad de Mérida, Yucatán.
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Fuente:
Hugo Orlando Rodríguez Mijangos. Mis productos. Cuentos,
poemas y canciones. Ayuntamiento de Calkiní 1995-1997. Calkiní,
Campeche, 1997. 60 pp.
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