Al desintegrarse la Triple Alianza
conformada por jerarcas mayas: los Cocom, los Itzá
y los Xiu, y destruida la ciudad de Mayapán, último
reducto de esta civilización, en la década
de los años 40 del siglo XV d.C., sus habitantes
se dispersaron por distintos rumbos del territorio en
donde, por largas centurias, había florecido la
gran cultura maya.
Hacia
el occidente de esa ciudad, se dirigió un grupo
de familias conducido por nueve batabes. Ellos fueron,
según registros del Códice de Calkiní:
Ah Paal Canul, Ah Dzun Canul, Ah Sulim Canul, Ah Tzab
Canul, Ah Kin Canul, Ah Chacah Canul, Ix Copacab Canul,
Na Bich Canul y Na May Canché*.
En
el año de 1441 llegaron a tierras de Calkiní.
Aquí descubrieron un sitio en donde, en una plazuela,
un cenote surtía de agua y le dieron por nombre
Halim. A un costado un frondoso yaxché (ceiba en
español), árbol sagrado de los mayas.
Dada
la belleza natural del lugar le llamaron Tu'uk' Ka'an,
palabras mayas que traducidas al español significan
Rincón del Cielo. Fue éste el lugar de su
asiento y, tiempo después centro geográfico,
político y administrativo del cacicazgo Ah Canul,
que abarcó extenso territorio habitado por pueblos
mayas, en un período de más de cien años
de existencia.
Hacia
1541 llegaron a este territorio los conquistadores ibéricos,
hombres barbados, al mando de Francisco de Montejo “El
Mozo”, y un primo suyo del mismo nombre. Por la
superioridad de sus armas, desconocidas por estos aborígenes,
dominaron a los mayas del cacicazgo. Impusieron la cruz
y una nueva religión, y los dioses del mundo indígena
se ocultaron.
La
sangre del conquistador español se cruzó
con la de las mujeres mayas y de esa mezcla nació
el mestizaje.
Un
nuevo sistema de vida imperó en estas legendarias
tierras del Mayab. |
Pocos
años después, españoles y mayas
sometidos, levantaron un Arco a un costado de la plazuela,
donde se hallan el cenote Halim y la Ceiba, en recuerdo
al encuentro de las dos culturas.
Sólo a través del tiempo, los antepasados
del Mayab resplandecieron y mostraron la grandeza de
su civilización. Los dioses emergieron del fondo
de los tiempos y la luz iluminó de nuevo sus
rostros ocultos, cuando los montes y la serranía
se hablaron entre sí, al conjuro del canto del
tunkul.
Hasta
hoy, en días del año 2010, el lugar conserva
los símbolos de su importancia histórica:
el cenote Halim es fuente inagotable de agua fresca; el
yaxché, frondoso como siempre, obsequia su esbeltez
y su sombra reconfortante (es un segundo árbol;
el primero murió víctima de un rayo, en
la década de 1970, tras una larga existencia de
más de 500 años); y el Arco se yergue desafiando
al tiempo.
Tu'uk'
Ka'an es el sitio más antiguo en la vida de Calkiní.
Durante 569 años ha sido mudo testigo de los aconteceres
del pueblo.
Es
un patrimonio cultural de los descendientes de Ah Canul:
los hijos de Calkiní.
“Mientras
Kin (el Sol) alumbre los nuevos días, algo de los
mayas seguirá resplandeciendo”. Fragmento
del Chilam Balam de Tizimín.
*
Na May Canché es el nombre del noveno batab, según
el investigador Ralph L. Roys (1957).
El historiador Juan Francisco Molina Solís en su
libro “Historia del descubrimiento y conquista de
Yucatán” (1943), señala a Na Un Canul
en lugar de Na May Canché. |