La vida tranquila de este lugar se vio alterada al
saberse la noticia de la visita de la Emperatriz de
México, Carlota Amalia, que llegaría a
esta población en su recorrido por los estados
de Yucatán y Campeche.
Las
informaciones giradas a los Jueces Auxiliares de este
Distrito eran: se alistarán diez mulas para la
carga que traía para su estancia, catres y camas,
así como las casas donde pernoctarían
la esposa del Emperador de México, Maximiliano
de Habsburgo y su comitiva.
Carlota
Amalia arribó a este lugar la tarde del 9 de
diciembre de 1865, cuando caía un fuerte aguacero;
fue recibida por gran número de pobladores y
curiosos, quienes al verla no cabían de gozo
al tener como huésped a tan distinguida visitante.
Las autoridades y gentes representativas del pueblo
le dieron la bienvenida a esta tierra campechana, que
la recibió con los brazos abiertos. Este acto
de recepción fue en la parte central de la casona
ubicada con el número 98 de la calle 20, al oriente
de la plaza principal, propiedad del presbítero
Joaquín Pérez. Ella pernoctó esa
noche en la casa de al lado, la número 100, y
la casa del lado norte fue ocupada por su comitiva.
Esa noche, Carlota Amalia concilió su sueño,
en una tranquila y fresca noche; Calkiní la arrulló
en sus brazos.
Por
la mañana del siguiente día, escuchó
misa en la sala de la parte central de la casa de recepción,
y al escuchar el sonido de la campana principal de la
iglesia pidió una explicación de la sonoridad
de la misma, informándosele que esto se debía
al ligamento de oro que contenía; y acudió
a visitar el templo, donde admiró el retablo,
imágenes de bulto, etc. Manifestó su deseo
de llevarse la campana; su petición no fue cumplida
por el peso y tamaño de la misma, pero sí
se llevó un tunkul (instrumento de percusión
musical, construido de un tronco de madera ahuecado).
Más
tarde se despidió de sus anfitriones a quienes
agradeció su amabilidad y hospitalidad continuando
su viaje hacia Dzitbalché, Hecelchakán,
Tenabo y Campeche.