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Algo más que palabras
 

El cuerpo humano y su emergencia

6 de febrero de 2008
 

Sobre “el cuerpo humano y su emergencia” es el título de un sesudo libro publicado hace unos meses por los profesores universitarios: Miguel Guirao, Ángel Mariano Sanz y Miguel Guirao-Piñeyro. Lo traigo a colación, porque creo que es un buen analgésico para esos momentos de tristeza que todos tenemos, máxime cuando, además, las enfermedades del espíritu desbordan pesimismo por doquier lugar. Díganme, sino: ¿por qué aguantarnos con vivir a ras del suelo cuando sentimos el deseo de volar? Los citados autores lo explicitan estructurando el anhelo de intentar convencer de que el cuerpo humano, tal como fue creado, tiene todas las capacidades, materiales y espirituales, para sentir ilusiones, albergar esperanzas e, incluso, realizar las aventuras existenciales que parecen más atrevidas. Pues adelante con el cuerpo viviente, avivando a poder ser los ingredientes de gozos. La propia vida es ya una gozada. Cuestión de respirarla sorbo a sorbo, sin atragantarnos, verso a verso. Al fin y al cabo, es el mejor componente de salud que le podemos dar al físico.

Los autores del citado volumen, ahondan en la ciencia y en las tradiciones, parten del cuerpo como patrimonio del ser humano y del activo de la conducta inteligente como suceso emergente, capaz de leer dentro, penetrar, comprender a fondo. Si lo extrapolamos al momento actual que vivimos, haciéndolo nuestro el tiempo presente, germina la nostalgia del absoluto, en ese moderno hombre cósmico, magistralmente radiografiado en uno de los capítulos del libro. Las creencias permanecen, las tradiciones de las que hablan los autores, pero ya no se perciben como valores capaces de influir en la vida personal y social. Como suele decirse, la religión se ha privatizado, la sociedad se ha secularizado y la cultura se ha vuelto laica. ¿Esto es bueno o es malo? Pienso que más tarde o más temprano ha de nacer una nueva generación, muy distinta a la actual, brutalmente esclavizada por poderes viciados que rayan el endiosamiento, si quieren más espiritual, puesto que la añoranza de lo trascendente, en su estado más níveo, está enraizado en las profundidades del ser humano, como lo han dicho científicos, escritores, filósofos, artistas, de todos los tiempos y latitudes.

Estiman los progenitores del libro que el cuerpo del ser humano ha de considerarse más allá de una concepción reduccionista. Dicen más, que “nuestra cultura, tan supuestamente avanzada, ha utilizado el cuerpo primero con desprecio, como pecador, y luego como objeto sexual, como sujeto de consumo, como protagonista de conflictos, como depredador, dejando en mal lugar su así casi supuesta inteligencia, mientras que en las tradiciones se contempla, en todo caso, su gran significado hacia fines trascendentes espirituales y místicos”.  Apuestan por un equilibrio basado en un ejercicio conceptual interdisciplinar, “hay que atreverse, entre todos, a una teoría del cuerpo humano como realidad emergente”. Las circunstancias, a mi juicio, imponen dos criterios para ese discernimiento del cuerpo humano y su emergencia: el respeto incondicional como persona, más allá de un mero objeto físico; y la consideración más grande hacia el cuerpo humano, varón-hembra, como transmisores de vida. A este vademécum, gestado entre lo científico, filosófico y literario, quiero añadirle un incentivo acrecentado, la de ser un buen estímulo para el debate público sobre el cuerpo y la vida humana. Algo vital para los tiempos que corren.

Más allá de un cuerpo que camina y de una ciencia que avanza, de un mundo desgarrado de conflictos, se necesita tomar el tren de la moderación para llegar a la estación de la armonía. A la verdad se llega siempre por el camino más auténtico.  Es otra pista. El libro da varias claves. ¡Hay que buscar caminos de entendimiento! ¡Hay que instalarse en la supraconsciencia!

 
 
Fuente: Texto enviado, el 6 de febrero de 2008, por su autor, desde España. Email: (corcoba@telefonica.net)