Calkiní, 7 de octubre de 2002
 
Comenzó la Feria de octubre
 
 

El 2 de octubre empezaron a llegar los juegos electromecánicos que se instalan en la Plaza Cívica para divertir a niños y adultos durante la Fiesta en honor al Cristo de la Misericordia.

Cada año, los Gremios inician el último día de septiembre, y casi todo el mes de octubre entran y salen de la Parroquia San Luis Obispo, llevando banderolas y flores; proceden de capillas o casas particulares, anunciando con música y voladores la gratitud del alma frente al altar de un Cristo crucificado.

A las seis de la tarde, el camino se hace corto. La fiesta del espíritu radica en los rezos de quienes aún conservan la tradición con recorridos por las calles hacia el templo, con el Cristo Rey en los oídos y en la conciencia.

 
 

Después de misa, el timbal y los instrumentos de aliento metal predicen el racimo de voladores e hiladas de bombas, según la cantidad de dinero reunido por los socios del gremio "anfitrión".

Es la otra fiesta: la profana, con su música estridente; con sus carruseles de siluetas infantiles que corren al tronar las bombas del torito-petate.

Es la otra fiesta: la de carritos chocones, churros, papas a la francesa y demás gustos en medio de cipreses y voladores. Cinco o diez pesos por persona, y en un minuto el sky dragón, los aviones, el remolino y las motos les revuelven el estómago o le dan vuelta a la noche. Las marquesitas, el tiro al blanco, el brinca-brinca, los casetes y las canicas distraen del olor a pólvora a cuanto niño pida la "gastada" a sus papás.

 
 

Es la otra fiesta: la que va acompañada de juegos y cachivaches, de antojitos y diversiones, a través de empresas de Edilberto Kú Muñoz y Javier Sansores, que en esta ocasión trajeron al pueblo más aparatos y "atracciones" que de costumbre.

Es la otra fiesta: la de amigos y parientes que platican del vecino, de la escuela y de otra cosa, menos de Dios.

Al día siguiente, la jornada se reanuda, con la ceremonia eucarística, a la que pocos socios acuden, pero que al término -por arte de magia- van detrás de la procesión, en busca del taco y los refrescos, o si se pudiera, del ritmo de algún grupo musical contratado por el comité organizador.

 
 
 
 

Texto y fotos: Santiago Canto Sosa.