Recuerdo las mañanas frescas a las que asistía
a la escuela primaria, debidamente uniformada y con los materiales
didácticos a utilizar en el día. Gracias a mis
profesores de “Didáctica especial” realicé
mis prácticas docentes en los grupos del Profr. Helman
Avilés Cuevas y de la Profra. Ma. Lucrecia Flores Pacho;
de ellos aprendí muchas cosas: su responsabilidad,
entrega, capacidad, disciplina, creatividad y su compromiso.
En 1984 y 1985, estuve con el grupo que atendía el
maestro Helman, él trabajaba quinto grado y pasaba
con el mismo grupo a sexto; el salón estaba casi al
final del patio de la escuela, teníamos que atravesar
todos los pasillos; esos años fueron inolvidables,
en ese grupo conocí a los alumnos que se convirtieron
en mis amigos hasta el día de hoy: Pastor Rodríguez,
Brenda Palomo, David Pool, Delsy Rodríguez, Jorge Anchevida,
Alejandra Berzunza, Noemí Avilés y otros que
aunque les perdí la pista, fueron importantes en mi
vida estudiantil.
En 1986, el reto era mayor, estuve en el primer grado de
la Profra. Malú, con 28 chiquitines. El salón
era el primero del pasillo que daba a la puerta principal
del edificio antiguo de la escuela, ese año fue especial;
la confianza que depositó la maestra en mí,
me exigía clases dinámicas, divertidas y creativas
porque los alumnos tenían que aprender a escribir,
leer, sumar y restar; al final de mi servicio social, sentí
una tristeza al abandonar a mis pequeños. Hoy los veo,
algunos son profesionistas.
La escuela “Mateo Reyes” ha dado la oportunidad
a muchas generaciones de jóvenes normalistas para que
en sus aulas se construyan las primeras experiencias en la
docencia. En sus aulas se guardan los errores, emociones,
triunfos y fracasos de alumnos y practicantes; ha albergado
a cientos de estudiantes normalistas, sus aulas han sido testigo
de la creatividad y la improvisación, del castigo y
la disciplina, del orden y la alegría, de los éxitos
y fracasos de alumnos, profesores y practicantes. En cada
salón, las paredes han guardado el eco de los gritos,
regaños y sonrisas de muchos pequeños que ansían
la llegada del estudiante normalista, mejor conocido como
el “practicante”.
Ahora que se celebran los 150 años de la fundación
de la escuela “Mateo Reyes” , he de reconocer
que su existencia ha sido la fuente del conocimiento y la
experiencia de muchas generaciones; en todos esos años
ha sido un verdadero espacio de aprendizaje de los hombres
y mujeres de Calkiní.
Mi paso por la escuela “Mateo Reyes” como estudiante
normalista fue efímero, su existencia fue un baluarte
en mi carrera; siempre la recordaré, porque en ella
descubrí el compromiso de ser maestra, y aprendí,
la grandeza de mi profesión.