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Desde
hace bastantes años, en el barrio Ferrocarrilero,
mejor conocido como La Concepción, en la ciudad de
Calkiní, se organizan actividades populares en honor
de la Purísima Concepción. En este suburbio,
habitado en un principio por familias provenientes de Nunkiní y
San Simón, se comenzaron a preparar diversas ofrendas
religiosas, a través de oraciones, plegarias, misas,
veladoras, etc., y actividades sociales como la Vaquería, “Corridas
de toros” y bailes, que con el tiempo han ido distorsionando
su forma original. |
Los
ancianos aún expresan grandes
recuerdos sobre esta festividad. Cuentan que en un principio,
desde 1925, los festejos buscaban coincidir
con el 24 de diciembre. Iniciaban un miércoles,
con la Vaquería, por la noche, en la que infinidad de
grupos de jaraneros llegaban de pueblos circunvecinos y de
nuestra localidad, a mostrar su entusiasmo con los ritmos de
3x4 y 6x8,
bajo la música inigualable de orquestas como la de Juan
Cervera, que el día siguiente también
amenizaban la Vaquería de la tarde, con sus notas de
trompetas y timbales. Se repartía pozole a la
gente que engalanaba el sitio.
El
viernes, la primera “Corrida” abarrotaba de niños
y adultos los palcos de huano, lengua de vaca y palos de jabín,
chucum, dzalam y otras maderas atadas con “mecate”.
El ruedo estuvo ubicado en los terrenos donde ahora está la
escuela primaria “Pedro Pablo Arcila”, y en
ellos se ubicó también el salón de baile
y de juntas de los socios, quienes daban la mitad de los gastos,
y la autoridad municipal la otra parte.
La
actual plazoleta estuvo llena de piedras, pero con el tiempo
fue acondicionada para el coso taurino. En este lugar fue
presentado el primer toro de casta, que trajeron en carreta,
y que fue
la sensación para los pobladores. En esa época
no existían “charlotadas”, ya que surgieron
recientemente, con el motivo de recaudar algo más de
dinero que sirviera para solventar los fuertes egresos.
El
sábado
y el domingo continuaban las “Corridas”.
Por las noches se efectuaban jolgorios y bachatas en los que
se cobraba muy poco, y en los que se vendía anís
de mono, caña y otros licores, que las cervezas suplieron
en sus diferentes modalidades.
En la iglesia, más pequeña que la contemporánea,
se hacían “novenas” y misas. Los sacerdotes
exigían la asistencia de la gente y ésta colaboraba
voluntariamente para adquirir los ornamentos necesarios para
los actos litúrgicos y dedicados a la Virgen.
También
se recuerda a niños y jóvenes rompiendo “cantaritos” (papules),
de los que salían alimañas y otros animales
que presurosos buscaban refugio en las albarradas. Los grupos
organizadores de la tradicional “Cabeza
de cochino” danzaba por los patios y esquinas del barrio,
con cintas multicolores, hasta llegar a la casa acordada, donde
el socio elegido repartía
copitas de licor.
En
los últimos
años, las celebraciones se adaptan a las fechas en que
los vacacionistas llegan a la ciudad, recién pagados
sus aguinaldos; con ello, se pretende recuperar parte del dinero
invertido en los preparativos de la Fiesta.
Se
llevan a cabo festivales artísticos, concursos o demostraciones
de ramas, coronación de reinas o imposición de
bandas a embajadoras, misas a las cinco de la tarde, rosarios,
eventos deportivos, espectáculos de “Luz y Sonido”,
etc.
El
convite se efectúa uno o dos domingos antes, permitiendo
a los socios prever fondos económicos aportados por
la gente en la puerta de sus casas, al irrumpir la música
de “charanga” y
el ruido de bombas y “voladores” en el entorno
bullicioso.
De
esta manera, se contribuye a la realización
de un programa, que en hojas impresas es distribuido durante
la caminata matutina.
La
Vaquería
ha decrecido su presencia; los palcos tradicionales le han
cedido su lugar a los cosos de hierro y lámina. Se encienden
menos velas en el recinto cristiano, pero se organizan nuevas
formas de acercar a los fieles católicos
a encontrar en la imagen de la Purísima Concepción,
el alivio a su dolor y la promesa de grandes propósitos
en beneficio de los hogares.
En
los últimos años,
se toma el ocho de diciembre en las efemérides católica,
para venerar a la patrona del barrio, con el fin de que los
habitantes del éste
y de la comunidad, rindan culto a la santa patrona que -junto
a la Virgen del Carmen- reina en el altar de esta capilla desde
hace un siglo. |