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Imagen
de los integrantes de la directiva de la Cooperativa
“Emiliano Zapata” del año 1933: De
izquierda a derecha, ellos son: Sentados: Alberto Cruz,
Valerio Mas C., Mauro Yah, Clemente Chi C. De pie: José
E. Kú, Cecilio Caamal, Faustino Puc, Manuel Marín,
Antonio Marín Salazar y Audomaro Caamal.
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Por
Jorge Jesús Tun Chuc
“No
es difícil para un hombre hacer algunas buenas acciones,
lo difícil es obrar bien toda la vida, sin hacer nunca
ningún mal”.
Mao Tse Tun
INTRODUCCIÓN
En
las páginas de la historia de Dzitbalché existen
registros de sucesos que, por la forma en que dejaron huella en
el pasado de nuestra sociedad, fue necesario realizar una profunda
reflexión previa sobre los mismos, antes de hacerlos del
conocimiento de la actual generación.
En
este espacio se exponen dos hechos violentos que arrojaron saldos
trágicos. Cada uno de ellos en su momento histórico,
se tornaron en factores importantes que alteraron la tranquilidad
de la vida cotidiana de los dzitbalchenses.
Específicamente,
se trata de un asesinato que se dio en el contexto de una política
rupestre, una política mal comprendida y mucho peor conducida.
En
su esencia, la política es una actividad natural del ser
humano. Cuando los propósitos de quienes la ejercen se
enfocan hacia el logro del bien común, se convierte en
una tarea noble y digna.
Sin
embargo, en todas las épocas han existido individuos que
tuercen los destinos de ésta, atentando de este modo los
derechos e intereses de otros ciudadanos. Siempre es riesgoso
para el político irreflexivo y temperamental, navegar en
las turbulentas aguas de la intolerancia, porque si cae en ellas,
el daño será irreparable. La ambición por
el poder y el dinero ciega al hombre cuando éste no está
preparado para afrontar las tentaciones materiales que miran el
sendero de la política.
ADVERTENCIA
Es
importante dejar en claro que este trabajo de investigación
se orienta exclusivamente hacia el ámbito histórico.
El análisis de caso se hace con toda la imparcialidad y
transparencia posibles.
No
existe la más mínima intención de satanizar
o exonerar a sus protagonistas. Mucho menos se tiene en mente
el propósito de crear mártires espurios.
El
papel de la Historia es registrar, analizar y difundir los hechos
importantes de la sociedad, no el de alimentar odios y rencores
entre los descendientes de los que de algún modo estuvieron
involucrados en determinados sucesos negativos, pero trascendentes.
Es
justo recalcar y reconocer que las generaciones sucesivas no son
culpables de los errores cometidos por sus semejantes en el pasado.
En todo caso, dejamos en manos de la historia, la gran maestra
de la vida, esa delicada tarea de juzgar a los actores políticos
que más adelante se mencionan y de ubicarlos en el lugar
que se merecen para la posteridad.
LA
FUNDACIÓN
En
la visita que realizó a Dzitbalché el general Lázaro
Cárdenas del Río, en 1933, como candidato del PNR
a la Presidencia de la República, se le ofreció
una comida de bienvenida en el domicilio del señor Alberto
Cruz, ubicado en el céntrico barrio de San Roque.
Ahí
recibió a una comisión de campesinos locales que
le presentaron un proyecto que contemplaba la creación
de una cooperativa de consumo, en su modalidad de tienda de abarrotes
y carnicería. El propósito abrazaba dos objetivos:
la generación de una fuente de autoempleo y beneficiar
a la economía popular con precios accesibles.
El
aspirante presidencial vio con buenos ojos los planes y rápidamente
aprobó la iniciativa, que se convirtió en realidad
en el mes de agosto de ese mismo año. Inicialmente, se
le llamó Cooperativa de Consumo “Emiliano Zapata”
y abrió sus puertas al público en el domicilio de
los hermanos Julio y Esiquio Poot, curiosamente en el mismo barrio
de San Roque.
Algunos
de los socios fundadores son: Dionisio Ek, Julio, Esiquio y Marcelo
Poot, Alberto Cruz, Desiderio Chí, Ricardo Kú, Ramón
Berzunza Pinto y otros, cuyos nombres se han perdido en la bruma
del tiempo.
Al
principio, las actividades de la organización marcharon
sin novedad. La gente, campesina en su mayoría, acudía
a surtirse de víveres, carne de res y puerco.
El
trabajo entusiasta y honesto de sus socios, rápidamente
hizo que contaran con recursos para ampliar la variedad y cantidad
de mercancías que ofertaban. Todo parecía indicar
que la agrupación se convertiría a mediano plazo
en una empresa destinada al crecimiento y éxito empresarial.
APARECE
EL DIVISIONISMO
Año
y medio después de iniciadas sus funciones, aproximadamente
a principios de 1935, se encendieron los focos rojos de alarma.
Los hermanos Poot y algunos seguidores tenían problemas
con el resto de los socios, sobre el destino que se le daba a
las ganancias que generaba la microempresa.
En
breve tiempo, las diferencias se hicieron cada vez más.
El fantasma del divisionismo se hizo presente y se vislumbraba
una inminente ruptura entre ambas partes.
El
grupo “oficialista” de la cooperativa contaba con
el apoyo de una clara mayoría de los socios. Por tanto,
la situación desventajosa en que se encontraban Julio Esiquio
y Julio Poot, éste último sobrino de los dos primeros,
contribuyó a su rápida expulsión de ese colectivo
comercial.
Al
llegar a este punto, los motivos que causaron esta discordia aún
no son claros. ¿Cuál fue la poderosa razón
que originó esta ruptura, que finalmente degeneró
en un salvaje hecho sangriento pocas veces visto en Dzitbalché?
Sobre este asunto hay dos versiones totalmente opuestas.
HERMANOS
POOT DESVÍAN RECURSOS
Uno
de los principales socios fundadores de la Cooperativa “Emiliano
Zapata” afirma que la familia Poot aprovechando que la tienda
de abarrotes y la venta de carne funcionaba en su domicilio, desviaba
dinero de la sociedad para su beneficio personal. Estas irregularidades
vinieron de menos a más. El descontento de la mayoría
de los agremiados no se hizo esperar. Exigían una revisión
de cuentas, pues los acusados negaban toda culpa. Finalmente,
se realizó una auditoría que dejó al descubierto
un fraude que ascendía a una cantidad respetable.
La
desleal conducta de los Poot hacia los intereses económicos
de los cooperativistas provocó su expulsión de la
pequeña empresa.
EL
SINDICATO DE OBREROS
Al
verse fuera de dicha organización, los hermanos Poot formaron
el Sindicato de Obreros y Campesinos de Dzitbalché. Fijaron
su sede en el local anexo de la Casa Escalante, en pleno centro
de la villa.
Su
presidente fundador fue don Juan B. Dzib. Tanto la Cooperativa
de Consumo “Emiliano Zapata”, como el Sindicato de
Obreros y Campesinos, se transformaron en dos grupos políticos
antagónicos que dividieron a una buena parte de la población
local. Cada día, la rivalidad entre ambas organizaciones
se hizo más enconada.
La
noche del 18 de enero de 1936, un grupo de 50 individuos enardecidos
clausuró el local del Sindicato. Se armó una trifulca
entre ambos bandos, de la cual hubo varios lesionados, entre ellos
Juan B. Dzib, presidente del Sindicato, quien resultó herido
y arrastrado hasta la cárcel, donde fue encerrado de manera
arbitraria. Atentados similares sufrieron sus homólogos
del Sindicato de Obreros y Campesinos de Nunkiní y Tepakán.
Los
agresores de los sindicatos fueron identificados como partidarios
de los cooperativistas. Estos ataques quedaron impunes, pues los
culpables nunca recibieron sanción penal alguna.
Tres
días después de los desmanes en Dzitbalché,
la Federación Regional de Obreros y Campesinos, con sede
en la ciudad de Campeche, protestara enérgicamente por
el atentado cometido contra la libertad de afiliación política
en esas tres poblaciones del municipio de Calkiní.
Durante
el resto de 1936, los constantes enfrentamientos y amenazas mutuas
entre los grupos contendientes, enrarecieron el ambiente social.
Mucha gente vivía en zozobra emocional, pues dadas las
circunstancias políticas, temían un estallido de
violencia de consecuencias mayores.
LA
COOPERATIVA ANTIGOBIERNISTA
Es
importante conocer los argumentos de los expulsados de la Cooperativa.
Según Marcelo Poot, ex socio sobreviviente perteneciente
a la mencionada familia, la causa del rompimiento de relaciones
mercantiles y amistosas de sus parientes y la Cooperativa, se
dio porque ellos no comulgaban con las ideas y planes políticos
de los dirigentes de la joven empresa.
Los
miembros del Comité Directivo ambicionaban el control total
de los recursos económicos de la agrupación para
manejarlos a su antojo y provecho.
Además,
tenían planes en los que veían la posibilidad de
influir de manera determinada en la selección y designación
del Presidente de la Junta Municipal en turno.
Como
los Poot se opusieron siempre a esas prácticas poco transparentes
y oligárquicas, los dirigentes consideraron a éstos
como un obstáculo para cristalizar sus ambiciones. Un cuidadoso
y bien planeado complot calumnioso dio como resultado la expulsión
de Julio, Esiquio y Marcelo Poot, así como de otros que
estuvieron de su lado.
La situación imperante motivó que la tienda de abarrotes
y la venta de carnes se cambiara a un predio que se encuentra
la esquina de la calle 25 con 22-A. El local actual de la hoy
rebautizada Cooperativa “Profr. Ramón Berzunza Pinto”
está en la misma calle y a unos pasos de su sede anterior.
El predio donde funciona ahora le fue adquirido a Ruperto Escalante,
quien era un acomodado comerciante.
SOBREVIENE
LA DESGRACIA
Desde
la media mañana del lunes 7 de diciembre de 1936, el pueblo
veía con impotente ansiedad que algún acontecimiento
desgraciado se estaba gestando. Anunciaban la llegada a Dzitbalché
de una comisión de senadores que estaba haciendo su gira
por todo el estado de Campeche, con el fin de supervisar el trabajo
del gobernador Eduardo R. Mena Córdova.
Al
mediodía, tanto cooperativistas como sindicalistas, desde
su sede respectiva, se preparaban para ir a recepcionar a los
políticos, que estaban acompañados por el Profr.
Ramón Berzunza Pinto, activo político nunkiniense,
socio e ideólogo de la Cooperativa. El sitio de la concentración
popular para el recibimiento era la estación de ferrocarriles.
Mientras
tanto, en el centro de la villa empezó a suscitarse un
singular desafío mutuo. De acuerdo a la versión
del Sr. Marcelo Poot, testigo y superviviente de estos hechos,
la intención de los sindicalistas era la de presentar argumentos
favorables sobre la gestión del gobernador.
Mientras
que la gente de la cooperativa planeaba presentar a los senadores
quejas, inconformidades y desaprobaciones, dicho en lenguaje llano,
lanzarían lodo al desempeño del gobierno estatal.
Regresando
a los preparativos de la marcha de la estación de trenes,
cuando los del Sindicato hacían estallar sus “voladores”,
su contraparte soltaba al aire cohetes que alcanzaban mayor altura
y explotaban con más estruendo.
El
preámbulo de una tragedia estaba tomando forma. La muerte
rondaba las calles; la materialización de su fúnebre
obra sólo era cuestión de tiempo.
No
se sabe con certeza cuál de los grupos rivales arribó
primero a la estación. Lo cierto es que los ataques verbales
subieron cada vez de tono de ambas partes. La adrenalina vertida
en el fluido sanguíneo de la muchedumbre cumplía
ya su función. Cada grupo estaba predispuesto al enfrentamiento
violento.
Entre
los que echaron más leña al fuego estaba un conocido
agitador social, partidario de la Cooperativa, quien camuflaba
sus negros propósitos bajo su función social de
profesor de la Misión Cultural, que en ese tiempo laboraba
en Dzitbalché. Era un individuo originario del estado de
Jalisco, llamado Gustavo Jarquín.
Ese
nefasto lunes, ocurrieron hechos extraños hasta ahora no
esclarecidos. Juan B. Dzib, en su calidad de Presidente del Sindicato
de Obreros y Campesinos, convocó a sus partidarios a reunirse
en su local para ir a darles la bienvenida a los políticos
y conseguir una audiencia con ellos para expresar sus argumentos
en defensa de la gestión del gobernador Eduardo R. Mena
Córdova.
En
estado de ebriedad, Marcelo Poot se presentó a las puertas
de su sindicato. Enseguida, recibió la comisión
u orden de conducir a sus correligionarios hasta la estación.
Sin poner objeciones, como hombre leal a sus convicciones, se
encaminó al frente de un relativamente numeroso gentío.
Extrañamente,
el señor Dzib, valiéndose de quién sabe qué
excusa, no acudió al lugar de la reunión. ¿Jugó
una traición Juan B. Dzib a sus seguidores? ¿Hubo
tal vez alguna razón ajena a su voluntad, que lo obligó
a abandonar a sus compañeros? Éstas son preguntas
sin respuesta, pues el señor Dzib se llevó el secreto
a la tumba.
Alrededor
de las 12:00 hrs., arribó a Dzitbalché la Comisión
de Senadores, acompañada del Profr. Ramón Berzunza
Pinto. Según la versión de este historiador, ellos
no presenciaron los violentos actos que iniciaron en el andén
de la estación.
Afirma
que rápidamente se trasladaron hasta el centro de la villa,
donde les esperaba una comida en la residencia del señor
Gustavo Ortiz, en el costado oeste de la Plaza Principal. De manera
categórica, declara que se enteraron de la batalla campal,
con saldo de un muerto, cuando hacían una plática
de sobremesa.
Sin
embargo, la versión de Marcelo Poot, testigo y coprotagonista
de los disturbios y que salvó el pellejo de morir apedreado,
contradice lo dicho por Berzunza Pinto. Los argumentos polarizados
de los dos personajes no podían ser de otro modo.
El
primero formaba parte del sindicato que él y sus dos tíos
fundaron, y como ex socio expulsado de la Cooperativa no podía
sino defender una tesis a favor de los suyos. Por su parte, el
segundo personaje, también socio fundador, era asesor e
ideólogo de la línea política que llevaba
a efecto esa organización mercantil en ese tiempo.
Además,
en años recientes, la Cooperativa tuvo un cambio de nombre.
Sus socios le retiraron el de “Ignacio Zaragoza” y
adoptaron el apelativo del conocido historiador y político
nunkiniense, actualmente radicado en Mérida.
En
sendas entrevistas sostenidas, por separado, con estos personajes,
todavía fue posible notar en ellos la animadversión
que se tienen, cuando uno mencionaba el nombre y las acciones
del otro. En otras palabras, su enemistad durará hasta
el final de sus días.
Contrariamente
a lo dicho por el ameritado maestro, el señor Poot asegura
que los políticos visitantes sí presenciaron cuando
menos el principio del sangriento enfrentamiento.
Lo
que sí reconoce el señor Marcelo Poo, es que su
tío Julio Poot Mas, un hombre que en ese entonces contaba
con 33 años de edad, tuvo gran parte de la culpa para la
enemistad entre las organizaciones rebasara el límite de
la tolerancia, pues en días previos al fatídico
7 de diciembre de 1936, lesionó con una navaja al Profr.
Tiburcio Quiñones Ramírez, oriundo de Bolonchenticul
(Bolonchén de Rejón), quien prestaba sus servicios
en la Escuela Primaria del barrio de San Feliciano. Como el mentor
era simpatizante de la Cooperativa, la agresión en su contra
prendió la mecha de la bomba. La deuda de Julio Poot estaba
pendiente y ese sombrío lunes la pagaría con su
vida.
Mientras
duraba la espera del autovía de la política, los
ataques verbales entre sindicalistas y cooperativistas subían
peligrosamente de tono. Cuando los ánimos caldeados llegaron
al límite, de las palabras pasaron a las manos.
Según
el Sr. Marcelo Poot, en el momento en que hacía su arribo
la Comisión de Senadores y acompañantes, presenciaron
una salvaje batalla campal. Lo que aún nadie se explica,
fue la participación de un miembro de la comitiva de políticos
en esa confrontación.
El
aludido personaje era supervisor de vías terrestres, que
se apellidaba Patrón Miranda. En vez de intentar apaciguar
los ánimos, desenfundó su pistola y disparo contra
Julio Poot Mas, hiriéndolo en un hombro. Al sentirse lesionado,
brincó la albarrada contigua al andén y huyó
por los patios, dirigiéndose hacia el Este.
¿Por
qué Patrón Miranda baleó a Poot Mas, en vez
de disparar al aire para controlar la situación o mantenerse
al margen del problema?
¿Recibió
el apodado m’eex chivo la orden de abrir fuego contra Poot
Mas, de alguno de los políticos?
Lo
que sí es cierto es que la horda liderada por Marcos “Tinos”
Camás, Héctor Caamal y Desiderio Chi, entre otros,
se convirtió en una enloquecida turba de sangre. Sacando
provecho de su ventaja numérica, el grupo salió
como furiosa jauría en persecución de su enemigo
que huía herido.
En
su desordenada carrera, la hemorragia se hizo más profusa,
circunstancia que terminó agotando al fugaz fugitivo. Ya
sin fuerzas, cayó exhausto cerca del oratorio que se encuentra
en la calle 19, esquina con 16, en el actual barrio de San Pastor.
A
merced de sus captores que estaban fuera de sí, con enfermiza
saña lo lapidaron hasta dejarlo moribundo. Pero las cosas
no terminaron ahí, faltaba aún una sorpresa mayor.
Los que creen que las mujeres representan el sexo débil
es probable que estén sentimentalmente equivocados.
El
trabajo sucio que dejaron inconcluso los hombres, lo culminaron
ellas. Con inaudita sangre fría, enardecidas mestizas,
encabezadas por Verónica Mex y Eleuteria Puc terminaron
de darle muerte con las piedras que tuvieron a su alcance.
Durante
esa trágica jornada resultaron lesionados Carlos, Francisco
y Roque Jacinto Chan, todos ellos hermanos. Este último
fue herido con arma de fuego.
Por
su parte, Marcelo Poot pudo salvar su vida, huyendo por el monte
y cerrados henequenales con rumbo al poniente de la villa, hasta
llegar a San Antonio Sahcabchén en las primeras horas de
la noche.
Mientras
tanto, el cadáver del señor Julio Poot estuvo en
el lugar de los hechos hasta las 19:00 hrs., momento en que la
autoridad local autorizó su levantamiento y llevado a su
casa para ser velado.
Lo
que parecía ser el fin de un suceso desgraciado y fortuito,
se transformó en una eterna noche de miedo e incertidumbre.
A eso de las ocho de la noche, una colérica muchedumbre
leal a la cooperativa pasó sobre la calle 27-A que conduce
al barrio La Estrella.
Sus
integrantes gritaban a todo pulmón amenazas declaradas
contra la gente del sindicato: -¡Ya matamos a Julio Poot,
mataremos a todos los Poot y los Chan! ¡Sí, pisotearemos
su sangre!
Esa
noche, los militantes del Sindicato de Obreros y Campesinos huyeron
con rumbo desconocido, pues pesaba sobre ellos el peligro de ser
linchados por los sublevados. Pocas personas pudieron conciliar
el sueño, debido a la psicosis de miedo colectivo que se
apoderó de la población.
Incluso,
corrió el rumor de un probable asalto armado de los campesinos
a las casas comerciales de los Dzuloo’b, ya que también
existía una fuerte antipatía entre esos dos sectores
sociales.
Concluida
la persecución tumultuaria, los miembros de la cooperativa
armados con escopetas se apostaron frente a su local y en calles
aledañas, en previsión de un contraataque de los
sindicalistas, acción que al fin no se realizó.
El
martes 8 de diciembre, un día después, se recibió
la noticia en la ciudad de Campeche de los lamentables desórdenes
ocurridos en Dzitbalché.
A
solicitud del gobernador Eduardo R. Mena Córdova, el comandante
de la zona militar, general Muñoz Merino, ordenó
el desplazamiento de un destacamento de soldados para restablecer
la paz social.
Las
familias pudientes del centro, como las de los Escalante, Rodríguez,
Ortiz, Baqueiro, Rojas, y otras, enviaron a sus familias a Campeche
y Mérida, pues corría el rumor de que los cooperativistas
pensaban incendiar los giros comerciales de la competencia.
El
entierro del malogrado Julio Poot Mas se realizó con la
asistencia, en su mayoría, de mujeres, ancianos y niños
pertenecientes a su familia.
En
tanto, la gente de la Cooperativa puso en estado de sitio a la
villa por unas horas más, ya que no desistió en
su acción de enfrentarse a tiros con elementos del ejército
que ahí estaban.
Ya
entrada la tarde, entregaron sus armas a la institución
castrense, lo que significó la restauración de la
calma después de la tormenta.
El
14 de diciembre, siete días después del sonado crimen,
la Federación de Obreros y Campesinos de Campeche realizó
un paro de actividades en los centros de trabajo, donde servían
sus afiliados, de las nueve hasta las quince horas, como protesta
a la descarada parcialidad de las autoridades estatales y la Comisión
de Senadores, con relación a los sucesos ocurridos en Dzitbalché.
El
asesinato del ex socio de la Cooperativa “Emiliano Zapata”
quedó impune. Nadie fue castigado ni llamado a declarar
con el fin de llevar a cabo una investigación para la aplicación
de la justicia. Eran los tiempos del gobierno socialista, una
oscura época en la que al menos en Dzitbalché se
ejercía la política del terror, cuando la consigna
era eliminar a los que pensaban diferente al grupo o líder
dominante.
Hoy,
las cosas han cambiado radicalmente. Los individuos tienen la
plena libertad de asociación o afiliación política,
es decir, las instituciones gubernamentales garantizan la pluralidad
ideológica en un marco de tolerancia y civilidad. La apertura
de nuestro país a la transición democrática
es la base sólida, necesaria para la consolidación
de un país más próspero y justo.
A
diferencia de aquellos hombres de agitados tiempos, los actuales
socios de la Cooperativa de Consumo “Profr. Ramón
Berzunza Pinto” hacen uso de sus derechos cívicos
y políticos, conscientes de la diversidad ideológica
del pueblo. Ahora, sus socios trabajan en un ambiente de unidad
y trabajo productivo, beneficiando a los estratos sociales más
vulnerables. Ojalá este nuevo común denominador
sea lema ahora y siempre.
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Cooperativa
"Ignacio Zaragoza", en la década de 1970
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Referencias: Diario de Yucatán.
Miércoles 9 de agosto de 1933. Viernes 1 de enero de 1937.
Colaboraciones: Profr. Ramón Berzunza Pinto; señores
Marcelo Poot, Antonio Pech Sunza, Manuel Turriza Peña,
Reynaldo Chi, Eduardo Cauich y Rafael González.
Fuente: Texto proporcionado por el
autor. El escrito fue publicado en las páginas 1, 2 y 3
del suplemento dominical del periódico “Tribuna”,
de Campeche, el 5 de diciembre de 2004. Fotos: Una proporcionada
por Jorge Tun Chuc; la otra, tomada de un Informe Recepcional
de la Escuela Normal de Profesores de Calkiní.