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de Dzitbalché. A mediados del siglo XX |
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Por
Alicia Gómez Montejo
Los
primeros habitantes de DZITBALCHÉ se asentaron
en una planicie de tupida floresta que formaba un verde mosaico,
donde se apretujaban árboles de gran exuberancia, entre ellos
destacaba uno por su hermosura y utilidad, el HUN-DZIT-BALCHÉ,
nombre que literalmente significa, HUN: Uno, DZIT:
Partícula para cortar cosas largas, como palos, elotes, etc.,
BALCHÉ: árbol cuya corteza seca fermentaban
los mayas en agua de miel para preparar el licor llamado pitarrilla,
con el que se embriagaban durante la celebración de sus festejos.
A
la Sección Municipal de Dzitbalché, corresponden:
a)
La Ciudad de Dzitbalché, Cabecera de la Sección.
b)
El pueblo de Bacabchén.
c)
Los ranchos de Almuchil, Chacnichén, Chun-Ox, Miraflores,
San Cristóbal, San Diego X-Mac, San Francisco, San Isidro
Kakalmozón, San José, San Mateo, San Miguel, San Pedro,
San Vicente Dzucsay, Telchac y Anexas, X-Pankuts, Maykekén,
Macachí.
José
Tiburcio Cervera, bolonchenticulense distinguido, fue combatiente
en la Guerra de Castas y, asimismo, destacó en la administración
pública. Nombrado como Jefe del Partido de los Chenes durante
el gobierno en Yucatán de don Miguel Barbachano, volvió
a ser ratificado en él, por don Pablo García, después
de la erección del Estado de Campeche. Otras funciones importantes
que desempeñó a lo largo de su vida fueron: Vocal
de la Junta Directiva de Caminos del Estado de Yucatán, Miembro
en 1869 de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.
Durante el gobierno del general Traconis en Yucatán, fue
nombrado inspector de las obras para la construcción del
asilo Celarain.
Hombre
versado en Cultura, escribió diversos artículos, sobre
hechos históricos de algunas poblaciones del Estado de Campeche,
entre ellas la de Dzitbalché:
A
la medianía del camino principal que de esta capital se dirige
a la de Campeche, está situado el pueblo cuyo nombre encabeza
este escrito y corresponde a aquel vecino Estado. En su plaza principal
bien delineada se nota un hermoso templo y contiguo a éste
la casa rural, la casa pública y cuartel de la guardia nacional,
así como algunas casas particulares construidas con algún
esmero. Las calles de esta población están mejor regularizadas
que las de otras muchas. La cordillera de la Sierra se presenta
a poca distancia de la población corriendo de Oriente a Occidente
y formando ondulaciones y vistas pintorescas. Todas estas circunstancias,
unidas a su salubridad y la índole pacífica y costumbres
morigeradas de sus habitantes, dedicados constantemente a sus trabajos
agrícolas e industriales, hacen de esta población
uno de los lugares más tranquilos de la Península.
Así lo comprendí cuando en el año de 1848 tuve
por residencia aquella población durante dos meses, en cuyo
tiempo tomé los siguientes datos, que pueden ser útiles
para la historia del país.
El
pueblo de Dzitbalché existía desde antes de la conquista
de la Península por los españoles y por una tradición
que se conserva entre sus habitantes, se ha llegado a saber que
aquel nombre se le dio en su origen por una mata de Pitarrilla que
entonces existía en la plaza principal de la población
por el ángulo S.E. En el idioma maya la Pitarrilla lleva
el nombre de Balché, y por éste en su principio le
llamaban Hunoinalché; mas con el transcurso del tiempo se
vició aquel nombre y se empezó a pronunciar Dzitbalché,
nombre con el que se le conoce hasta el presente.
La
Pitarrilla es un árbol que cultivaban mucho los naturales
porque su corteza les servía para hacer un licor fermentado
de que hacían mucho uso principalmente en sus fiestas idolátricas
y con el cual hacían sus libaciones a la vez que sus ofrendas
a los ídolos. Actualmente ya no es muy común como
antes. La flor de este árbol es muy bella y podría
figurar en los mejores jardines.
Después
de la conquista, los terrenos de Dzitbalché confinaban con
los de Santa Elena (Nohcacab) por el O. y por el S.E. con los de
Bolonchenticul; y por una tradición que se conserva igualmente
entre sus habitantes, se sabe que aquella población con la
de Santa Elena o Nohcacab, tenía un pacto o hermandad para
favorecerse mutuamente y a esta asociación se debe el que,
al construirse el hermoso templo de Santa Elena, auxiliaran a los
trabajos los habitantes de Dzitbalché, y así que se
terminó se construyera el de esta última población,
auxiliando a su vez los de Santa Elena. A esta circunstancia se
debe el que ambos templos tengan un mismo orden de arquitectura,
con sólo la diferencia de que el primero es de mayores dimensiones
y está sobre la planicie de un cerro elevado, mientras que
el segundo está en bajo, al mismo nivel de la plaza.
Hay
otra circunstancia más que ha contribuido a que ambos templos
tengan un mismo orden de arquitectura, y es que un mismo arquitecto
dirigió los trabajos y lo fue el religioso francisco Fr.
Nicolás Pozuelos.
Puedo
asegurar, por lo que la tradición y la historia demuestran
que del mismo modo que se construyeron los templos de Santa Elena
(Nohcacab) y Dzitbalché que dirige a Santa Elena, está
cubierto de ruinas de edificios de los primeros habitantes de esa
parte del país y del mismo modo se encuentra el que dirige
a Bolonchenticul, siendo muy notable la elevación de los
cerros naturales que forman cordilleras que se encadenan y en sus
elevados picos se descubren algunos restos de los edificios antiguos
en pie, y otros en completa ruina.
El
pueblo de Dzitbalché, cuando la sublevación, según
el censo de 1845, contaba con una población de 3,405 almas;
pero cuando aquella guerra estalló y adquirió grandes
proporciones y se perdieron todas las poblaciones de la Sierra y
del Partido de los Chenes, casi todos los que habitaban en la parte
S.O. de la población, en número de 1,013 almas, abandonaron
sus casas y se fueron a engresor las filas de los sublevados que
ocupaban Hohcacab y Bolonchenticul; pero el resto de los indígenas
se conservó fiel y al mando de su acreditado cacique y capitán,
el C. Miguel Chan, se unieron con los vecinos de la población
y la pusieron en defensa, apoyados por las compañías
de guardia nacional de los pueblos de Bécal y Halachó.
Los rebeldes se aproximaron varias veces a dicha población;
pero jamás se resolvieron a atacarla. A no ser las medidas
tan acertadas que se dictaron y a la firme actitud de sus habitantes,
sin duda que esta interesante población hubiera caído
en manos de los rebeldes, y este acontecimiento hubiera agravado
la situación del país en aquella época luctuosa,
porque cortada la comunicación por tierra de las dos principales
ciudades de la Península, hubieran ocasionado mayores conflictos;
pero no sucedió así, porque la providencia divina
había demarcado los límites a donde debía llegar
la destrucción de Yucatán, como un castigo que nos
hiciese conocer nuestros desaciertos.
Después
de restablecidas casi todas las poblaciones que se habían
perdido en la guerra de castas, y en la que prestaron muy buenos
servicios de los vecinos e hidalgos de Dzitbalché, se dedicaron
a sus trabajos del campo, y aprovechando algunos buenos terrenos
que se encuentran entre dicho pueblo y Nohcacab, se ocuparon además
del cultivo del maíz, del de la caña dulce y el del
tabaco, con la dirección de algunos emigrados del interior
que se establecieron con tan buenos resultados en aquella población.
Cuando
el maíz ha tenido un precio subido en los mercados, Dzitbalché
ha abierto sus depósitos y ha favorecido a las otras poblaciones
de la Península. Por todas estas circunstancias ha conseguido
restablecerse de la decadencia a que se vio reducida con la sublevación
de los indios, y puede asegurarse que es una de las poblaciones
del vecino Estado que más adelantos ha tenido, como puede
verse por sus nuevos edificios y algunas otras mejoras que se notan
en ella de algún tiempo a esta parte, y que se han realizado
por la constante dedicación de sus habitantes al trabajo
y a su buena moral, pues es indudable que sólo estas dos
virtudes pueden hacer progresar a los pueblos.
Hasta
aquí el artículo sobre Dzitbalché del Lic.
José Tiburcio Cervera, bastante ilustrativo sobre este pintoresco
pueblo; sin embargo, este eminente personaje murió a fines
del siglo XIX y desde entonces, la historia de Dzitbalché,
obviamente, no se ha paralizado, sino se ha acrecentado rebosante
por el dinamismo de un suelo fructífero en labores cotidianas
y por consiguiente, en el desarrollo de su gente.
En
1901 se le concedió el título de Villa, siendo gobernador
del Estado Carlos Gutiérrez Mac-Gregor; el 2 de enero de
1915 se crea la sección municipal de Dzitbalché, según
la Ley Orgánica del Estado y, casi cien años después,
el 11 de octubre de 2001, Dzitbalché demuda su categoría
de Villa a Ciudad, por el decreto No. 86 de la LVII Legislatura
del Congreso del Estado, durante la actual administración
gubernamental del Lic. Antonio González Curi.
Afecto
a las costumbres ancestrales, Dzitbalché es rico en tradiciones
como todo el Estado de Campeche. Destacan entre estas prácticas,
la del hanal pixán o celebración conmemorativa en
honor a los muertos, durante los dos primeros días del mes
de Noviembre. El hanlicol consistente en purificar lugares y personas,
por medio de las oraciones de un h'mem para sanar enfermedades y,
evitar que malos vientos azoten una milpa mientras se quema o siembra.
El hetzmek estriba en cargar por primera vez a un bebé a
horcajadas, a las niñas cuando han cumplido tres meses de
nacidas y los niños, cuatro. Se escoge por los padres una
pareja para que funjan como el padrino y la madrina y, en una mesa,
se colocan nueve objetos vinculados a los que usará el niño
toda su vida. El padre lo entrega al padrino y éste procede
a dar nueve vueltas a la mesa con el niño a horcajadas. Cada
vez que da una vuelta, le entrega uno de los objetos y lo instruye
acerca de su función. Después se repite lo mismo con
la madrina. Para terminar el ritual, se devuelve el niño
al padre, diciéndole a éste que han llevado a cabo
el hetzmek de su hijo. El kumujul, costumbre consistente en presentar,
por parte de los progenitores del nivio, ante los padres de una
joven a punto de desposarse, pan, azúcar, chocolate y pavos,
como gratitud por haber crecido a la doncella.
Dzitbalché
es reconocida por su valiosa aportación a la cultura: los
Cantares de Dzitbalché, quince poemas en verso del más
exquisito lenguaje que datan de la época prehispánica,
ilustrativos de las festividades y costumbres de aquella época
y, que al ser recitados en su melodiosa lengua original, acrecientan
el interés por el legado portentoso de nuestros ancestros.
Las
fiestas patronales no pueden faltar, entre las principales destaca
el Novenario en honor a la Virgen de la Asunción, cuya fiesta
converge el 15 de agosto, día de su procesión. Cada
año, durante este mes, Dzitbalché se viste de gala.
Su plaza principal, donde en un principio abundaba el árbol
de Pitarrilla, se colma de gente. De este árbol se originó
el pueblo y, de fresca espesura se constituyó un hermoso
paisaje, donde los cánticos prehispánicos llenos de
amor y ternura por el terruño, se perciben junto con los
murmullos de triciclos y novenarios alegres en honor a la Asunción.
Escena animada donde el hombre maya e hispano se fundieron, porque
la eternidad así lo dispuso, para ofrecer un baluarte de
riqueza cultural a toda la humanidad.
Fuente:
Texto del libro "Las H. Juntas Municipales del Estado de Campeche.
Una breve descripción", de Alicia E. Gómez Montejo.
Estado de Campeche. Octubre de 2002. 176 pp. Foto: Proporcionada
por Jorge Tun Chuc. Foto: Proporcionada por Jorge Tun Chuc. |
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