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La zorra y el leoncillo*
     
 

ÉSTE ERA UN LEONCILLO QUE vivía en el bosque y cazaba para comer con su familia y sus hijos. Estaba muy concentrado en espiar a un conejo, cuando de pronto escuchó una voz muy lejana que conforme se iba acercando se escuchaba claramente o que decía en su canto.

"De hueso puro es mi excremento, de sangre es mi orina y de fuego es mi saliva". Esta canción la escuchó como tres veces, pero todavía no podía distinguir quién era el que cantaba y eso es lo que lo puso muy nervioso y empezó a temblar de miedo porque él pensaba que era un animal muy raro, pues en el bosque no lo había escuchado nunca. Se guardó muy bien el leoncillo para poder ver quién era el que cantaba porque ya estaba muy cerca: "De hueso puro es mi excremento cuando hablo, de sangre es mi orina y de fuego es mi saliva".

El leoncillo ya no podía más, ya estaba al borde del desmayo cuando, de pronto, distinguió un animalito entre las yerbas que cazaba a las libélulas pequeñas para comérselas y también seguían cantando. Muy molesto el leoncillo por el susto que había pasado buscó el animal que cazaba entre las yerbas hasta encontrarlo y resultó ser una zorrita muy pequeña y en un tono bravo le preguntó quién era y la zorrita contestó que estaba cazando libélulas para comer y llevarle un poco a su mamá que está muy enferma pues ella no sabe ni puede cazar otros animales porque no sabía como hacerlo. El leoncillo comprendió la situación de la zorrita y le dijo: desde hoy no volverás a cazar más libélulas, porque eso es comida de los pájaros; yo te voy a enseñar a cazar buena comida para que lleves a tu mamá enferma, así como también a tus hermanitos, pues quiero que sepas que desde hoy soy tu padrino y no puedes andar sola porque estás muy pequeña. Anda, sígueme, dio el leoncillo a la zorrita que cantó con alegría, pero el leoncillo se tapó los oídos para no escucharla porque él, siendo un cazador, su canto le había hecho sentir mucho miedo.

Siguieron caminando juntos por el camino que el leoncillo ya conocía, pues allí aprendió a cazar animales más grandes para alimentarse cuando, de pronto, el leoncillo le hizo señas a las zorrita que se detuviera y guardara silencio, pues ya estaban muy cerca de la presa, siguieron caminando hasta llegar a una ganadería y el leoncillo ya sabía el lugar estratégico para subirse y espiar de cerca qué pieza podía cazar y antes de subirse en la rama que pende de la entrada del corral le dio instrucciones a la zorrita, que según él, era su ahijada y le dijo: cuando me veas saltar sobre la presa procura jalarle la cola para distraerle mientras yo doy cuenta de él y después nos repartimos la carne y la zorrita lo entendió muy bien, pues quería ser buena ahijada y buena cazadora.

El leoncillo se subió en el árbol cuya rama pendía sobre el camino donde pasa el ganado para escoger la pieza más gorda y más tierna, la zorrita veía pasar piezas de ganado muy grandes y le decía al leoncillo: padrino, allí viene uno muy grande y se ve muy sabroso, y el leoncillo le decía: no, ése tiene la piel y la carne muy dura y no puedes comerlo. Así pasaban muchas piezas que el leoncillo decía no sirven porque están muy flacas o porque están muy viejas, porque están muy chicos y la zorrita ya estaba muy molesta hasta que al fin apareció un becerro grande y gordo y el leoncillo le dijo a la zorrita: ya estás lista ahijada, prepárate porque allí viene la presa. Dicho esto, el leoncillo saltó sobre el becerro, la zorrita le dijo a su padrino cuánto trabajo nos dio cazarlo juntos pero hoy sí que ya aprendió mucho, en la próxima padrino a ti te toca jalarle la cola y el leoncillo sonrío muy contento porque su ahijada aprendió muy pronto. Se repartieron la carne y cada quien se fue con su familia y la zorrita iba con mucho trabajo porque estaba muy pesada su carga de carne fresca y cuando llegó a su casa su mamá se puso muy contenta porque ya tenían carne para muchos días y la zorrita le decía a su mamá: hoy no vamos a volver a cazar libélulas, porque eso es comida de los pájaros, mi padrino el leoncillo ya me enseñó a cazar buenas piezas, es por eso que cuando quedes bien nos iremos a cazar juntas pues ya sé cómo hacerlo muy bien sin mi padrino.

Cuando quedó bien la zorra, la carne ya se había terminado, por lo que tenían que ir a cazar muy temprano. La zorrita le contó a su mamá lo que tenía que hacer según lo que había dicho su padrino.

La mamá zorra estaba muy contenta y orgullosa de su hija, porque ya no pasarían más hambres con sus hijos más pequeños. Cuando llegaron al lugar cazaron con su padrino se subió a la misma rama que pendía del camino y la mamá zorra veía cómo cruzaba al ganado abajo del árbol donde estaban, y a cada rato le decía a la zorrita que ya vio venir uno más grande y gordo y la zorrita le contestó está muy viejo y tiene la piel y la carne muy dura; en eso estaban cuando cruzó un becerro muy hermoso y tierno y la zorra le dijo a la zorrita ahora sí. Éste se ve muy jugoso y sabroso y la zorrita le dijo está muy tierno y muy chico su carne sabe muy mal pues tiene marisco, pero prepárate porque allí viene uno que estoy esperando, éste sí es el mejor. Pues sí era cierto, era un toro de dos años muy grande y fuerte y tenían los cuernos blancos muy bien lustrados, cuyas puntas brillaban con los rayos del sol de la mañana y venía muy enfurecido porque lo venían siguiendo los vaqueros para lazarlo y poder llevarlo para su lidia, por su grandeza y bravura única; cuando cruzó bajo de la rama la zorrita se aventó en el lomo del torito y la zorra empezó a tirar la cola; el toro cuando sintió el objeto extraño en el lomo se untó en un árbol y la zorrita cayó muy lastimada por el golpe que recibió y el toro molesto porque le tiraban de la cola lazó patadas muy fuertes y de tantas que lanzaba, una alcanzó a la zorra que la despidió muy lejos y quedó colgada entre las enredaderas y bejucos silvestres haciendo ritos de dolor, mostrando sus dientes en el aire. Cuando la zorrita se levantó como pudo, fue a buscar a su mamá y la encontró colgada entre las ramas y bejucos, con los dientes al descubierto y la zorrita muy molesta le dijo: no te rías mamá que a mí también me fue muy mal; bájate y vámonos a cazar libélulas que son menos agresivas.

La moraleja es que nunca midas fuerza con alguien que te supera en fuerzas si no estás preparado para ello.

* Versión libre. Tradición popular.

Fuente:  Leyendas y Tradiciones del Camino Real. José Domingo Uc. SECUD, CONAFE, PAREB. Campeche, Cam. 1996. 76 p.

 

 

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