Texto
copiado, literalmente, de la página 41 del
libro "Historia Gráfica de Calkiní",
de Manuel Herrera Pech.

Las
nativas que acarreaban con sus cántaros el agua sacada del
único pozo situado debajo de la Seyba, donde estaban apostados
los Españoles, de manera incosciente, estaban provocando
los apetitos, con sus erectos senos al descubierto.
Cuando
la luna filtraba sus rayos plateados entre las verdes ramas de la
Seyba, un soldado sediento de amor sin medir peligros, llevó
a sus brazos a una hermosa doncella.
Los
gritos de las otras doncellas y de los jóvenes que estaban
a la expectativa de los acontecimientos, obligaron a los jefes a
suspender las pláticas en la casa grande. Enterado Montejo
de lo ocurrido, ordenó se atara a un árbol al soldado,
mientras daban por terminados los acuerdos.
Montejo,
tratando de sentar un precedente, hizo manar sangre de la espalda
del soldado, que quería sentir el calor del sexo opuesto.
Los nativos horrorizados por semejante castigo, esperaron la partida
de Montejo y sus acompañantes en medio de grandes conjeturas.
(Manuel
Herrera Pech)
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