"Calkiní
de mis recuerdos", de Ramón Berzunza Herrera
Los
acontecimientos se agolpan en la mente, y dejan marcas
imborrables, huellas que ejemplifican y reflejan conductas
de nuestros antepasados.
Los
recuerdos transmiten experiencias, dan una idea de
cómo los seres humanos se desenvuelven en épocas
que les toca vivir.
Al
hablar de recuerdos de un pueblo, amante, y amado
como a ninguna otra cosa, no se puede hacer a un lado
la inmensa tarea que los coterráneos realizan.
En
Calkiní, hombres y mujeres buscan el mejor
camino para sus hijos, la llave que abra las puertas
de su porvenir. Y en esa búsqueda fomentan
ímpetus y laboriosidad.
La
cultura es ámbito cotidiano, agua de manantial
que calma la sed de cada habitante. Y
los recuerdos, como los anhelos, encauzan el pensamiento
hacia un horizonte realista.
Calkiniense
de inquebrantable esfuerzo es don Ramón Berzunza
Herrera, quien trae a esta fiesta de palabras, el
producto reciente de noches en vela, de inspiraciones
de la pluma y el papel.
En
las 84 páginas del libro “Calkiní de
mis recuerdos”, el autor apunta lo visto, lo escuchado,
lo tocado en su infancia, en su juventud; señala
sucesos importantes de las últimas décadas,
en la “Atenas del Camino Real”.
En
un recorrido por callejones y plazas de su memoria,
Calkiní reconocida por Berzunza Herrera, quien
salió de Calkiní hace muchos años
para radicar en la ciudad de Campeche. En sus reminiscencias,
visita el antiguo mercado, el palacio municipal que
gobernó sus ayeres, los carnavales y novenarios
apasionantes.
Habla
de Sócrates Sandino y del profeta Enoc, como
testimonio de la presencia de personajes y secretos.
Las noches románticas de una era irreversible,
y la nostalgia de actividades de sociedades culturales
y deportivas, entregan a la imaginación un
caudal de propósitos.
“Calkiní
de mis recuerdos”, también es de nuestros recuerdos,
el trabajo no remunerado; es la aportación
que satisface a quien escribe y promueve, a quien
ilustra paisajes de la historia para dárselos
a generaciones sucesivas.
A
pesar de ingratitudes o cicatrices que asoman al término
de un enfrentamiento con el pasado, el autor anima
con palabras de aliento a quienes se obcecan en rescatar
del olvido relatos y leyendas, detalles del diario
acontecer, y en fin, átomos del presente que
conforman el cuerpo de la historia mediata o inmediata.
Qué
mejor manera de agradecer el trabajo de hombres ilustres,
que apoyarlos con la edición de sus quehaceres
literarios. La recopilación de narraciones,
datos o fotografías, es una tarea de gran valor,
ya que se queman alas en la altura, se arranca la
piel entre los abrojos, pero el recuerdo queda en
cada hijo de Calkiní, que ama, con el corazón
robusto de tanto amor, a la cuna que cobijó
sus llantos y alegrías. No se pierde el tiempo
al recabar el pretérito; se gana más
tiempo e interés, al recrearse la modernidad
con detalles autóctonos.
Don
Ramón Berzunza Herrera es de Calkiní
y sus recuerdos hacen de Calkiní una ciudad
perdurable y soñadora.
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