Bebo
en la copa de la noche densa,
sorbo tras sorbo, hiel de desconsuelo;
y al saborear el polvo de mi anhelo,
la amarga soledad es más inmensa.
Aún
el calor de aquella llama intensa
que incendió de esperanzas nuestro cielo
inunda noche a noche mi desvelo
con la ilusión febril que te condensa.
Y
aunque ya en los jardines no hayan rosas
de ilusiones como antes florecieron,
me he vuelto del recuerdo jardinero.
Y
riego por las noches las mimosas
caricias que tus brazos me ofrecieron
en el surco que abriera aquel "te quiero". |