Narrativa

Un viaje en trenecito / Ricardo Encalada Argáez*

 

Funcionaba en Campeche un trenecito que trasladaba a trabajadores y otras gentes a la finca de Huayamón. Según nuestro informante dice que tenía su estación en el fondo de lo que se conoce como "El Tamarindo". Sería entonces más o menos a la entrada del fraccionamiento que se construye al término de la Avenida Central.

Resulta que un buen día, llegó posiblemente de México un viajero -de quien nuestro relator no recuerda el nombre exactamente- y entonces, necesitaba trasladarse a la finca de Huayamón. Se enteró de los viajes del trenecito, y en menos que canta un gallo, ya estaba esperando salir con destino a la hacienda.

Llegado el momento, preguntó cuánto costaba el viaje, a lo que le contestaron -por decir una cantidad- que diez centavos en primera y cinco centavos en segunda. El mexicano notó que los viajeros de primera y los de segunda viajaban en iguales condiciones y una vez más preguntó: "¿Y cuál es la diferencia entre primera y segunda?...", a lo que le contestaron que ninguna. Su última pregunta fue: "¿Acaso los de primera tienen sombra y los de segunda no?" y la respuesta fue: "No señor, viajan en el mismo lugar los de primera y segunda."

Ante esto, el viajero habrá pensado: "qué campechanos más tontos" y enseguida compró un boleto para "segunda". El hombre se iba feliz pues se había ahorrado la mitad del pasaje y viajaba con los que habían pagado servicio de primera.

Así las cosas, cerca del mediodía llegó el trenecito a un pequeño cerro, al parecer llamado de "Chich", y bajo un ardiente sol, se escuchó la voz del maquinista gritar: "Los de segunda... que se bajen a empujar".

Después de esto, el viajero jamás volvió a dudar de los campechanos.

 
* Ricardo Encalada Argáez nació en Campeche, en 1955. Ha publicado dos volúmenes de anécdotas campechanas. / Fuente: Lecturas de Campeche. Instituto Nacional para la Educación de los Adultos, Delegación Campeche. Campeche, Camp., 1989. 176 pp.