Ciertamente el proceso diferenciador del voto, según José Woldenberg es manifestación de la pluralidad social, y también en la entidad campechana, asistimos a la implantación de diversas ofertas políticas, en competencia unas y otras; donde fueron los ciudadanos quienes tuvieron la última palabra.
Sin embargo, es un clamor general, y expresado fuertemente que, al igual que en el caso de los candidatos a gobernador, en municipios de la entidad se violentó la democracia, pues a ésta la caracterizan la libertad, el derecho a elegir libremente, la autodeterminación, la igualdad política, la transparencia los cuales se vieron contaminados por varios hechos, pero principalmente por “los juegos del hambre”.
Lo más alarmante no es lo que no se dio, sino lo que sí se dio. Y lo que se dio en las esferas locales fue la falta de ética de responsabilidad personal, partidista y política que debieran ser inherentes a la tarea de todo político y que denotó la total ausencia de cultura y conciencia ciudadana y esto es lo más grave.
La masa informe, inhábil para percatarse del manejo de que es objeto, incapaz de asumir su ciudadanía activa y conscientemente comprometida con el bien común, se dejó llevar ya por desconocimiento de sus propios derechos constitucionales, por carecer de una capacidad crítica o por la rápida y efímera ganancia que mitiga por un momento su pobreza, haciendo patente lo expresado por Denise Dresser acerca de que “En México es más fácil jugar con las reglas existentes que exigir nuevas”.