El corazón de Ah' Canul - 28
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Desperté... y el mundo todavía estaba ahí
Estela Hernández Sandoval
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El contar el tiempo es una creación humana, y este evento revestido con una prominente aureola ha alcanzado tal preeminencia cultural que todas las prácticas individuales y sociales están bajo su influencia y éste, el tiempo, es quien, en determinados momentos las ajusta a una estructura específica y les imprime características especiales que finalmente definen e identifican al hombre.

Al hombre, sempiterno y poderoso hacedor le ha sido imprescindible valerse del conteo del tiempo para regir su vida y desde lo más profundo de los tiempos ha registrado hechos, eventos importantes para él, para su comunidad y que no sólo dejan constancia de su hacer, sino su ideología reflejante de la concepción tenida del mundo y la vida.

También ha registrado sus miedos.

Revisando un poco la historia del hombre vemos que en todos los tiempos y en todas las culturas éste ha tenido temor por el fin del mundo y que, movido por su miedo, ha realizado una serie de acciones o ritos, de acuerdo a la época en que se llevan a cabo, con la finalidad de conminar a los dioses para que sean piadosos con sus hijos y no permitan tal desaguisado.

En los años recientes mucho se habló, mundialmente, de lo que dio en llamarse la “la profecía maya del fin del mundo” hecho que, según el mito propalado, sucedería el 21 de diciembre del 2012, y se agregó, entre otras versiones, se produciría como consecuencia de una alineación planetaria que trastocaría el eje magnético terrestre y provocaría grandes catástrofes y postreramente, el fin del mundo.

Nunca se sabrá quien, en estos tiempos, manipulando la pétrea información maya referida al fin de una era, tal y como hablamos del fin del año o del fin del siglo, la tergiversa y maneja conforme sus intereses.

Miles, con curiosidad, temor o morbo, comentaron la famosa profecía maya, en tanto otros, sagaces, en los lugares mismos donde en otro tiempo habitaron los asombrosos y admirados mayas, preparaban un gran espectáculo que les produjera jugosos ingresos económicos y los centros de investigación y observación de los sabios ancestros fueron convertidos en testigos o escenarios luminiscentes cuya luz resultó cegadora a la reflexión de las masas que allí se concentró, ¿a ver o presenciar qué?