El corazón de Ah' Canul - 24
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Dr. Silverio Flores Cáceres
Embajador de la ciencia mexicana ante el mundo (II)
Jorge Jesús Tun Chuc
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Concluida su licenciatura, en 1945 el gobernador de nuestro Estado Lic. Eduardo Lavalle Urbina (1943-1949) lo invitó a trabajar en su administración. Silverio aceptó la oferta y vino a Campeche donde participó como Jefe de la Campaña contra la Plaga de Langosta. Este voraz insecto fue un auténtico flagelo para el campo peninsular durante casi toda la primera mitad del siglo XX. En esta labor el egresado de la Escuela de Agronomía de Chapingo, puso sus conocimientos y esfuerzos al servicio de los hombres del campo campechano, recorriendo la totalidad de la geografía estatal. Estuvo en ese puesto de trabajo hasta 1948, es decir, tres años completos.

En 1949, al concluir el sexenio administrativo del Lic. Lavalle Urbina, el Ing. Flores Cáceres regresó a la Ciudad de México. Ese mismo año, le propusieron el cargo de Jefe Delegacional de Sanidad Vegetal en el estado de Sonora, propuesta que no aceptó por cuestiones de índole personal, pero logró ingresar a la Cámara Nacional de la Industria Azucarera, como asesor.

Un año después, en 1950, estuvo durante tres meses en Cuba en un curso sobre el cultivo de la caña de azúcar. Posteriormente continuó su itinerario de aprendizaje por otros países de Latinoamérica, entre ellos, Guatemala. En 1957, visitó Colombia en viaje de investigación. Dedicado por completo al estudio y al trabajo de su especialidad, Flores Cáceres perfeccionó sus conocimientos sobre la caña de azúcar y la actividad secundaria que hace posible esta sustancia granulada que endulza numerosos productos de la industria alimentaria.

Debido a la probada capacidad académica y a la investigación científica, en julio de 1957 obtuvo una beca de la Fundación Rockefeller que; le permitió ingresar como estudiante de Maestría en Agronomía Tropical en la Universidad de Loussiana, EE. UU. Donde permaneció hasta el mes de mayo de 1963, logrando exitosamente el Doctorado en Fitopatología y Genética de la Caña de Azúcar.

Por otro lado, durante su permanencia en el Distrito Federal, también se dio el tiempo suficiente para llevar a cabo las demás facetas propias de todo ser humano. En su juventud practicó el beisbol como jugador de cuadro, específicamente de la tercera base; conocida también como “la esquina caliente”.

Uno de sus pasatiempos favoritos es la lectura sobre temas de cultura universal. Pues Flores Cáceres, tiene presente dese sus años de estudiante; que el ser humano siempre aprende algo nuevo cada día, que el aprendizaje del hombre sólo se interrumpe cuando es llamado irremediablemente a rendirle tributo a la madre tierra. De igual modo, le gusta escuchar música de variados géneros, así como la natación, deporte que practicó muchos años por ser uno de los más completos y benéficos para alcanzar una buena condición física.

El hombre es un ser gregario por naturaleza, condición que le permite perpetuar su especie y hacer más fácil y cómoda la solución de sus problemas. Flores Cáceres no podía ser la excepción. Flechado por Cupido y atrapado en la red de Afrodita, el originario de Dzitbalché contrajo nupcias con la Srita. Ameñia Revilla, el 28 de diciembre de 1949, en la ciudad de México.

Es sorprendente el entusiasmo de Silverio por alcanzar metas poco comunes para la mayoría de sus colegas de aquella época; situación que para cualquier estudiante de educación superior, es difícil sobrellevar esta etapa, debido a las limitaciones económicas, los sacrificios y privaciones que impone la naturaleza de la educación superior. Para Flores Cáceres mucho mayor fue la carga y la presión soportada, cuando emigró a la Unión Americana, pues lo hizo en compañía de su esposa y sus dos hijos, María Teresa y Roberto. Por si no fuera suficiente, su familia se expandió demográficamente, pues Carlos, el tercero de sus vástagos nació en los dominios del Tío Sam en 1962 y finalmente, Fernando, quien nació en la ciudad de México.

Como estudiante de postgrado, Silverio recibía una beca de 360 dólares al mes. De acuerdo al tipo de cambio de dólar en aquel tiempo que era de $12.50, Flores Cáceres tenía que administrar disciplinadamente el equivalente a $4500.00 pesos.

Sus estudios de doctorado los hizo en la especialidad de Fitopatología y Genética de la Caña de Azúcar. En sus años de permanencia en la Unión Americana, el joven ingeniero vivió el privilegio de ser discípulo del prominente científico norteamericano Harold Box, autoridad mundial en Genética Vegetal.

Maestro y alumno pasaron muchísimas jornadas de trabajo en los campos experimentales, de las fértiles tierras cañeras cercanas al caudaloso Mississippi.

Las clases teóricas en las aulas, el estudio sistemático de voluminosos libros de texto en inglés, las duras horas en los húmedos cañaverales con las botas hundidas en el lodo y la acechanza de animales ponzoñosos que suelen poner en riesgo la integridad física en vez de disuadir al acucioso estudiante de postgrado; éste, le puso alma, corazón y vida a su preparación. Las 24 horas de cada día, los dividía para ser padre, esposo y estudiante.

En 1963, concluido su doctorado en la Universidad de Loussiana, regresa a México en compañía de su familia, con una visión más amplia de la Ciencia y con las puertas del mundo laboral y científico abiertas para él.

Ese mismo año, se incorporó al Instituto para el Mejoramiento de la Caña de Azúcar. Flores Cáceres aprovechó esta nueva oportunidad para aplicar sus conocimientos y darle continuidad a sus trabajos de investigación, encaminados al mejoramiento de variedades de la caña de azúcar de tal manera que éstas; se adaptaran a las condiciones climáticas de México.

Sus aportaciones a la producción primaria, es decir, el cultivo intensivo de la caña de azúcar son entre otras: El estudio y el combate a las plagas, las enfermedades como efecto de éstas, y el mejoramiento genético de las variedades mexicanas en este dulce vegetal.

En marzo de 1970 fue nombrado Subdirector del Instituto para el Mejoramiento de la Caña de Azúcar, organismo al que pertenecía desde 1963. Durante seis años ininterrumpidos, Flores Cáceres se dedicó tanto al quehacer administrativo como a la investigación científica, actividad que siempre le ha interesado en sumo grado.

Como todo esfuerzo integral orientado hacia un bien común siempre tienen una recompensa, a principios de 1976, Flores Cáceres fue ascendido a Director del mencionado Instituto. Sin embargo, unos meses más tarde este centro de investigación es cerrado de manera arbitraria por el frívolo Presidente de la República, Lic. José López Portillo.

La autoridad que otorga el conocimiento hizo que Flores Cáceres adquiriera inmunidad ante acciones retrógradas y poco reflexivas como la del mencionado mandatario, que en vez de defender el peso mexicano como un perro, según sus propias palabras; cometió un agravio contra la investigación científica. En vez de significar un duro golpe a la carrera profesional de este genetista, sucedió precisamente lo que un sabio refrán reza: “No hay mal que por bien no venga”. Efectivamente, las opciones laborales se multiplicaron para él, ya que le era posible realizar viajes de estudio a los países que solicitaran su asesoría. Fue un lapso de seis años en los que recorrió gran parte del mundo aplicando sus conocimientos que coadyuvaron al mejoramiento genético de la caña de azúcar.