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Dzitbalché, rincón mestizo y feligrés

(15 de agosto de 2017)
 
 

A mi mente regresan pasajes de mi estancia en la pintoresca comunidad de Dzitbalché, un lugar emblemático de la literatura prehispánica por sus Cantares, un manuscrito inspirado en rituales mayas, el elogio a la vida, la naturaleza y la mágica creación de la mujer.

Desde pequeña tuve la oportunidad de caminar por sus calles pedregosas, en la calzada de su plaza principal, saludar a las compañeras de la escuela, departir con amigos, saboreando un refrescante machacado de plátano con horchata o disfrutando de un jugoso elote con chile y limón, tierno, calientito; otras veces, paladeando un tamal en casa de los familiares políticos de una hermana avecindada en esos lares y vivir, con fervor, la devoción hacia la Virgen de la Asunción –Patrona del lugar-.

Agosto es para los habitantes, el mes de mayor religiosidad para los creyentes católicos, incluso para quienes no lo son; es tiempo de convivencia, reencuentro y entretenimiento. Una fiesta profana y religiosa que alimenta las creencias, costumbres familiares y prácticas  culturales de la localidad. El tradicional novenario de agosto es una verdadera festividad. Cada gremio reúne a decenas de socios inspirados en su fe, entregando ofrendas a la iglesia, obsequiando a las personas, tamales durante las mañanitas a la virgen, compartiendo alimentos y bebidas a los invitados que acuden a la casa del asociado de donde saldrán los feligreses con flores, velas, estandartes, banderolas para dirigirse al pórtico de la iglesia principal. Una romería acompañada por la música acostumbrada de los timbales (conocidos también como bizcocheros) y el sonido de los voladores, que dibujan la típica estampa pueblerina de una procesión por las calles.

Después de rezar el rosario, los pobladores y visitantes se concentran en la plaza para admirar las luces de los fuegos artificiales y al compás de los músicos, esperar la quema del torito. Un espectáculo nocturno que atrae a chicos y grandes, a todos, sin importar credo religioso, condición económica y social. Cada verano hilvana plegarias a la Virgen; centenares de parroquianos entonan cánticos marianos, profesando su contemplación a la imagen más venerada desde hace muchos años.

 
 

Esas estampas se repiten anualmente. Aún conservo gratos recuerdos de Dzitbalché, sus tardes de verano con olor a pólvora de los voladores, el aroma de los nances, mangos; el colorido de las flores y banderitas de papel, estandartes con finos bordados enmarcando la imagen de Asunción de María. Difícil olvidar las noches, con sus bailes populares en el palacio municipal con los grupos del momento.

Las antiguas calzadas que durante décadas siguieron las huellas de jóvenes enamorados, el área infantil que tantas carcajadas y travesuras acogió, las bancas silenciosamente resguardan los secretos de paseantes y lugareños, permanecen en el pasado; desde este 2017, el paisaje arquitectónico ha cambiado, la plaza seguirá siendo el centro de la ciudad mestiza, una joya que engalana el centro histórico, invita a  todos a disfrutar con responsabilidad, para proteger y preservarlo por mucho tiempo.

La obra recién inaugurada y puesta al servicio de la comunidad es desde ahora el patrimonio de los dzitbalchenenses, la nueva postal de la ciudad… cada pueblo escribe día a día su historia para convertirse en la raíz que sostendrá la identidad de sus habitantes.

Enigmática ciudad de Dzitbalché,
maizales pincelan las alboradas
que dan sustento a tus descendientes;
deja florecer el alimento de tus labriegos,
mientras tu fe resplandece en cada aurora.

Engalana tu plaza principal,
el corazón de tu existencia,
alboradas despiertan a los pies del campanario,
ciudad mestiza, encanto del Camino Real.

15 Agosto 2017.

 
 
 
Texto: Enviado por Teresita Durán, 15/08/2017 // Fotos: Santiago Canto Sosa, 15/08/2017