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Columna de Teresita

Salvemos a la familia

(16 de mayo de 2012)
 
 

La educación familiar que los padres y madres brinden a sus descendientes es fundamental para la vida. La familia es el primer espacio donde se establecen pautas de comportamiento social, se adquieren hábitos, experiencias, conocimientos y valores. Las primeras relaciones afectivas nacen en el seno del hogar; el calor humano se fortalece gracias a la cercanía y convivencia de todos los días; muestras de ternura, comunicación, respeto, entre otras manifestaciones humanas, alimentan sentimientos y emociones desde edades tempranas y permanecen durante las etapas de la vida humana.

Quizá las afirmaciones anteriores encajen en un modelo familiar que se aleja a las circunstancias actuales, pues la estructura y organización, junto con los compromisos laborales, ausencias prolongadas de algunos de los padres, presencia de cuidadores externos, uso excesivo de la televisión u otros medios electrónicos, están modificando las formas de relación en los hogares; en consecuencia, los hijos están expuestos a patrones diversos, maneras de expresarse, ausencia de valores y peor aun, tantas figuras de autoridad como personas intervienen en la crianza de los chicos y acompañamiento de los adolescentes. Un escenario inconsistente que quebranta principios de orden, disciplina y responsabilidad.

Ante tal realidad, el presente de los infantes –incluso de los adolescentes- está casi violentado, en algunos casos, desde el corazón del hogar y muchos más, por amenazas del entorno. La situación es para tomar cartas en el asunto, no para hacerse ciego a los peligros o sordo a las provocaciones; ningún padre debe ser insensible, por el contrario, debe mostrar temple para custodiar la integridad de sus vástagos.

Si bien es cierto que el acceso a internet ofrece ventanas para ampliar el conocimiento, también estimula la curiosidad y acelera el deseo para explorar temas de toda naturaleza, como por ejemplo: sexo en distintos formatos de presentación, desde información científica, películas XXX, videos de pornografía, sitios interactivos para conversar con modelos, tomarse fotografías y compartir imágenes de alto contenido sexual. Cuando el espectador o navegante no tiene la madurez ni la consciencia de su desarrollo afectivo, ni muchos menos el aprecio a su sexualidad, queda atrapado momentáneamente, después necesita buscar en sitios nuevamente para experimentar excitación, placer, adicción.... Toda una red instantánea que atrapa y altera el pensamiento humano.

Sin duda, sexo, sexualidad, educación sexual son tópicos interesantes que deben abordarse sin prejuicios en la formación de los pequeños: aprender a querer y respetar tu cuerpo en cualquier edad de la vida, sigue siendo un aspecto pendiente en el desarrollo de mujeres y hombres; un tema oscuro en los temas de conversación con papá y mamá.

Los sucesos lamentables ocurridos en una escuela pública, han generado diversas reacciones en la sociedad. No es para menos, pues se ha creado un escándalo que involucra a una institución educativa en su conjunto, familias señalizadas por la comunidad, niños estigmatizados por un acto sexual voluntario o no, que lesiona su dignidad y agrede su integridad. El asunto es vergonzoso para los directivos, maestros, padres y alumnos; la escuela es blanco de críticas e investigaciones. Supuestos van y vienen, ¿qué persiguen los medios con divulgar detalles del caso? Negarlo es imposible, sucedió. Las sanciones a los involucrados no explican las causas ni los deslindan del problema. Por muy enérgicas que sean las medidas, nada borra esa experiencia desagradable en los involucrados. Los errores dejan lecciones. La apatía a la responsabilidad y a la ética, deteriora la imagen personal.

Corresponde a las autoridades facultadas para ello, aplicar castigos y deslindar responsabilidades. Las medidas preventivas y correctivas tienen que ser permanentes en un período considerable; este evento no es para “tapar el pozo” y que el desorden escolar se reconozca.

A las madres y padres de familia, sirva este incidente como muestra de lo que puede ocurrir, si asumen desinterés o muestran falta de responsabilidad por la educación de los hijos. No es justificable decir, “no me di cuenta”, “mi hijo en casa no hace esas cosas…”, “la maestra o el maestro nunca me reportan al niño”… etc… Es necesaria la cercanía con la escuela, urge la comunicación con los directivos y maestros.

Sin la pretensión de magnificar el suceso, ni mucho menos lastimar a los agraviados y sus familias; de manera respetuosa, salvemos del peligro a nuestros niños y jóvenes, porque ellos son el presente, los futuros padres de familia.

En estos tiempos, la revaloración de la función educativa de la familia debe ser una prioridad. Insistir en los efectos positivos de la educación de los hijos, comunicar a través de una vida con valores, la congruencia entre palabras y acciones. Mientras más cerca de los hijos, mejores relaciones se cultivan. Los valores son la base para una vida en sociedad: amor y respeto; son, desde mi punto de vista, recursos básicos para garantizar la integración familiar, promover una familia unida, solidaria y rica en vínculos afectivos. Los valores y vínculos familiares que se cultiven en el hogar, serán el cimiento para construir una familia fuerte, en donde perdure apoyo y comprensión.

Invito a los papás y mamás, a estar más cerca de la familia, pendientes de lo que hacen o dejar de hacer los hijos, no alejarse de la infancia o adolescencia de sus vástagos, porque es posible que otra persona ocupe su lugar y cuando decida recuperar la confianza de sus pequeños, el tiempo le cobrará la factura. Ningún celular, video juego, ipad, reemplaza la ausencia paterna o materna, los hijos necesitan del tiempo, compañía, apoyo y aprecio. Un hogar sin valores es como un árbol sin raíz; una escuela sin disciplina es como una aldea sin ley.

San Francisco de Campeche, Cam. 15 de mayo de 2012.

 
 
 
Texto: enviado por Teresita Durán Vela, 15/05/12 // Foto: Santiago Canto Sosa, 2006