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Columna de Teresita

Gratitud y comprensión a los Padres

(17 de junio de 2011)
 
 

En la historia personal de los individuos, existe un personaje singular. Un ser sensible, cuya tarea principal es proveer. Sí, se encarga de trabajar, llevar sustento al hogar. También hace las funciones de despertador, consejero, médico, plomero, jardinero, cargador, guía y hasta velador. La figura de un Padre es valiosa en la vida de los hijos. Con él se aprenden muchas cosas, los primeros pasos se dan con el apoyo de sus manos; llantos y sonrisas se comparten cuando ocurre alguna travesura. Y si se comete una falta, la llamada de atención o el castigo hacen acto de presencia.

 

Ante la enfermedad, problemas, situaciones peligrosas, pérdidas en el trabajo o de un ser querido, Papá se refugia en sus sentimientos, difícilmente las lágrimas se dejan ver en su rostro. El silencio guarda sus temores. Un Padre merece gratitud y respeto, no importa cómo haya sido su pasado, si las condiciones económicas en casa no fueron las mejores; si de vez en cuando, un consejo o una palmadita dejó huella, si se acordó del día de tu cumpleaños o compró el mejor regalo en navidad. Esas acciones no ameritan una acumulación de tarjetas amarillas para ser expulsados del corazón y de la memoria de los hijos.

Cualquier día del año es digno para expresar el amor a ese hombre que con esfuerzo forjó el presente, con la esperanza de entregar su tiempo y salud para cimentar el patrimonio y futuro familiar. Gracias a su prudencia y tenacidad, levantó el ánimo y la cara para mirar nuevos horizontes.

¿Una loción o un abrazo? ¿Una billetera o un beso? ¿Un reloj, una camisa o una amena plática? ¿Qué te gustaría papá? Quizá no elija, lociones costosas, billeteras para guardar, camisas sin estrenar o un reloj, porque ahora vive sin límites, entonces ¿para qué los mismos regalos? Añora abrazos afectuosos en cualquier momento, la compañía fortifica el espíritu y un beso, nutre directo al corazón y oxigena la ilusión.
Después de muchos años, ese hombre tosco pero cariñoso, necesita compañía, ayuda y comprensión. Aquel que en su juventud enfrentó obstáculos, ahora en la vejez, tropieza. A ese Padre, dedico este mensaje.

A ti Padre, entrego la timidez de esta voz, canto con notas de agradecimiento, al compás de la melodía que teje sonidos de alegría y hace nudos de emoción.

Sin darme cuenta, soles y primaveras han pasado… a la vejez llegaste. Guardas años en tu cuerpo que protegen el baúl de los ayeres; añoro las tardes de lluvia y el canto de las ranas, cuando niña. Recuerdo las mañanas escolares, los paseos en el campo y las noches de leyendas. Cierro los ojos prendida de tus brazos, siento la calidez y la armadura del corazón que cobija.

Gracias Papá por guiar cada paso, iluminar el sendero y derribar con tu amparo las barreras. Porque el sacrificio invisible se convirtió en energía, sin importar las lunas y las horas.

Aguerrido custodio de la vida, hoy la inversión de tus años, se multiplica, las ganancias deposito en tus manos; fuiste el accionista más arriesgado, hoy, el beneficiario consentido.

Gracias viejito por tu complicidad en los sueños, siempre atento y vigilante. Una alianza inquebrantable. Hoy por hoy, eres el compañero inseparable de Mamá, las noches en desvelo son cortas ante tantas jornadas de trabajo emprendidas. El amor une y da fuerzas.

A ti Padre, agradezco la vida. Dios te bendiga.

San Francisco de Campeche, Cam. 11 de junio de 2011.

 
 
 
Fuente: Texto enviado por Teresita Durán Vela; 14/06/2011 // Foto: Santiago Canto Sosa; 2011