
El
carnaval empezó a formar parte de la tradición
en el imperio romano en honor a saturno; se basó en circunstancias
similares dadas con anterioridad en Grecia y en otras regiones
del Viejo Mundo. Este tipo de algazaras fue enmascarándose
en su recorrido por la línea del tiempo.
El
disfraz mesurado se hizo sarcástico, con adornos y formas
casuales de la época, al grado de fomentar la sátira
contra rostros antipáticos, bajo la protección
de una sociedad en decadencia. Se puede decir que el carnaval
es un desahogo en vísperas de la abstención de
la carne; diversión premeditada ante el resguardo de
conciencias en el principio cuaresmal. Mucha gente se divierte
en un paganismo pasajero; los ánimos desenfrenados hacen
vestir al hombre de africana, rumbera o “mala mujer”;
y la mujer, “toda un caballero”, baila al son y
al danzón de la alegría. La comunidad sonríe
y alborota los senderos de múltiples matices.
En
Calkiní se realiza desde hace más de cien años;
este lugar recibe influencia de los carnavales de Campeche y,
sobre todo, de Mérida. Se celebra con notables características
Los
“corredores” del Palacio Municipal servían
de pista de baile; grupos coreográficos y culturales,
ataviados de osos, churumbeles, arlequines, deportistas y otros
elencos, se congraciaban con Momo, mientras resonaba la música
en medio de gestos y desternillo de quijadas.
Diversos
personajes engalanaron los escenarios. Se vio a la gente ir
en busca del canto, la “jota”, con que culminaba
el paseo por la casa, interpretada por un anfitrión y
un caminante, los dos armados con castañuelas o panderos.

En
una cancha de básquetbol, ahora convertida en estacionamiento
de vehículos, enfrente de la oficina parroquial, se quemaba
a Juan Carnaval, después de que su cortejo de viudas
y dolientes escucharan la lectura del testamento que dejara
aquél como contribución a hombres y mujeres populares.
Aquí también, un grupo de muchachos (los Berzunza,
los Adam, etc.), eran perseguidos por el “toro petate”,
que “Chumín” Loeza preparaba para tal ocasión.
Esta persona se disfrazaba de viuda y encabezaba el “bando”
que salía de “La japonesa” y culminaba su
recorrido en la antigua estación de ferrocarriles; en
cada esquina gritaba que la herencia la compartiría con
sus amigos: A “Chilaya” (Gonzalo Rivero), Juan Carnaval
le dejaba... mientras una carreta jalada por un caballo vestido
por su dueño, transportaba a su graciosa majestad, ante
los aplausos de la gente, con banderitas en las manos.
“Changil”
Cuevas y “Welús” González “lazaban
a los borrachitos” y los bañaban en unas piletas
que había en el Palacio Municipal y en una propiedad
de don “Lex” Mijangos.
El
profesor Andrés Mijangos Uribia, en una reseña
alusiva a estos eventos, señala que “por la noche
del sábado, (se realizaba) la tradicional Vaquería
con Orquestas locales: la “Aurora” del Profr. Manuel
Cabrera, la “Reyde” del Profr. Azael Pérez
Rodríguez y la “Paz y Unión” de Juanito
Cervera.” Y afirma que “las Estudiantinas recorrían
las calles, domingos, lunes y martes, todas acompañadas
de instrumentos de percusión y viento y cantadas a viva
voz, destacando como compositor y músico en las escuelas
primarias el Profr. Azael Pérez Rodríguez; y en
las del pueblo muchísimos solistas, entre los que anotamos
a los hermanos Félix y Pedrito Castilla Sosa, doña
María Reyes Ortega, doña Hermelinda Arcila Rojas;
las hermanitas Baqueiro; los hermanos Natalia, Conchita, Manuel,
Salvador y Pastor Rodríguez Estrada; Alberto y Panchito
Estrada; Rafaela Arcila, Candelario Estrada, don Bernardo y
Rodolfo Herrera; desde esa época doña Eufrasia
Sierra y con mención muy especial la Sra. Bricelda Cuevas
Herrera.- Destacando el Dr. Víctor Nazario Montejo Godoy,
músico y compositor de todas las letras y música
de las 7 MUSAS”, autor de las líneas siguientes:
“En fin, compadrito Naz/ todos te esperan aquí/
a gozar del Carnaval,/ que en todo el Camino Real/ tiene fama
Calkiní/, Carnaval de rechupete/ para la gente animosa/
y dicen que Chumín Sosa/ va a bailar el ‘degollete’./
Vente pues a Calkiní/ a reventarse un buen xuch/ pues
aquí te va a hacer puch/ entre sus brazos. Pantí”.
Los
“gallitos” repetían versos “chuscos”,
sin caer en lo grotesco y mordaz; palabras entonadas por juglares
modernos, que entre ironías recordaban que “Este
gallito/ como usted lo ve/ sale a la calle/ por primera vez./
Su arrogante pecho/ dijo el caporal/ es la pura envidia/ de
todo el corral".

Fuente:
Suplemento Cultural de Crónica de Campeche. 1994. / Sr.
Manuel Maas, Casa de Cultura, febrero de 2001. /
Santiago Canto Sosa. Los Ojos de Ah-Canul. Suplemento del Periódico
"Tribuna de Campeche". Febrero de 2001. Fotos: Varios.
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