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Opinión de Gumercindo Tun Ku
 
(11 de mayo de 2011)
Artículos de Gumercindo (2010-2011)

Al maestro, en su día...

 
Martina Kantún Can, maestra del 4° "B" de la escuela primaria "Pedro Pablo Arcila" (11/05/2011)
 

Quien volviendo a hacer el camino viejo aprende el nuevo,
puede considerarse un maestro”.

Confucio.

 

Con el lápiz bien firme en su mano derecha sobre la hoja rayada de su cuaderno, su leve sonrisa siguiendo el trazo que iba haciendo, y el chispazo parece haberse producido en ese instante de manera mágica en su mente inocente; el brillo de sus ojos, no cabía en duda era la manifestación del triunfo; los garabatos, en letras se habían convertido y esa infinidad de trazos en palabras que llenaban su voz, una explosión de emoción invadía sus pensamientos de júbilo y gozo, “maestro, ya sé leer y escribir”.

Contemplar todo aquello que transforma una vida, es más que una simple experiencia, es una satisfacción fundamental que permite reflexionar sobre la verdadera “vocación” de ser maestro, trabajar con amor y cariño hacia los niños, el deseo de ayudarles, de guiarles hacia el camino correcto.

El magisterio, no debe perderse de vista como una vocación engarzada con las políticas públicas de los gobiernos, sin embargo, si éstas no pudieran ser posibles en su totalidad, tomarla como una misión propia, con causa justa del mejoramiento de nuestros niños y jóvenes, el mejoramiento generacional del ser humano.

El magisterio de hoy en día, tiene que luchar contra grandes y viejos paradigmas que las políticas educativas han dejado desde hace varias décadas y se acrecienta cuando funcionarios públicos han llegado sin estar suficientemente calificados para la importante y fundamental cuestión educativa, cometiéndose entonces otra grave anomalía, un “crimen social” imperdonable; la formación social, afectiva, intelectual de nuestra niñez y juventud, vulnerables.

Por tal razón y de vital importancia que los buenos maestros, que sé, que son muchos busquen de nueva cuenta reivindicar la tarea del maestro. Aunque sabemos que el magisterio del siglo XXI no pueda verse como el “apóstol” de aquellos primeros años de la educación formal en nuestro México, ya que son visiones completamente diferentes desde el ámbito mismo de su formación, que últimamente se puede observar lejos del sentido humanista, mismo que ha transgredido la vocación real, es decir, pareciera ser que ahora se educa por cumplir programas y contenidos.

Sin duda alguna, sobre todo esta telaraña de reformas y actualizaciones, hay en nuestro México, grandes maestros sumados en la gran cruzada que trasciende más allá de su fe, que con su labor se realiza una obra que merece ser recordada.

Es cierto, que la falta de reconocimiento a la labor de muchos docentes, origina indudablemente, cierta frustración. Este es un problema ligado a la actuación del docente. Y es un problema que atañe a toda la sociedad, los medios y las autoridades que tienen un papel importante en la valoración del maestro.

Los maestros de México, hemos hecho historia y seguiremos construyendo nuevas páginas para nuestra Nación. Por nosotros pasó una flama sagrada en aquellos años pretéritos que representan el mayor esfuerzo que haya realizado el país por su cultura.

Quiero en esta ocasión, felicitar sinceramente a los maestros de México, en su día.

Al maestro que contesta amable y claramente a un niño.

Al maestro que con infinita sabiduría, lejos de gritar, insultar o ignorar a su alumno, muestra su solidario compromiso de tolerancia y justicia profunda de su vocación.

Al compañero maestro que a diario refrenda su misión con la tan noble y loable labor que realiza para cambiar la educación en México.

Al maestro que ha convertido las cuatro paredes de su aula, en el taller forjador de seres con espíritus críticos, solidarios y sensibles, y que sólo se logran, sobre el yunque de la emoción y el martillo de la vocación.

Al maestro que ha sabido conducirse lejos de los caminos de los villanos de la pedagogía, quienes hostilizan y maltratan a los niños.

Hago a la vez un llamado a quienes desean llevar el título de maestros y pretenden educar, consideren que deben sentir un profundo y verdadero cariño y respeto por los niños, que cuando eduquen lo hagan en forma serena y racional con una disciplina apoyada en altos valores morales y éticos, que nunca piensen que saben todo, porque el verdadero maestro es aquel que nunca deja de aprender, aún de sus propios alumnos.

Nuestro país necesita de grandes y buenos educadores para construir una sociedad más democrática y equitativa.

A los maestros de México, mis reconocimientos.

 

Wilver Maas Dzib, maestro de 5° "B" de la escuela "Ángel Castillo Lanz" T.M. (11/05/2011)
 
 
 
Fuente: texto enviado por Gumercindo Tun Ku, 11/05/2011 // Fotos: Santiago Canto Sosa; 2011