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Ramón Iván Suárez Caamal (Datos biográficos)

MEMORIAL DE SUEÑOS

1981

Con la poesía, la palabra, moneda de uso diario, cobra vuelo y construye un puente entre el hombre y la belleza.

Hablar de nuestro pueblo, de su historia, tradiciones y trabajos, volver a sus raíces, es obligación del poeta, placentera obligación. También lo es el explorar su geografía íntima, su flora y fauna, para de este modo, descubrir al extraño la importancia de la cotidianeidad, y sensibilizar al propio para que valore lo suyo.

Presencia y esencia, realidad e ideal son testimonio de amor al terruño en este "Memorial de sueños".

A mis padres. A mi esposa. A mis hijas.

A lo señores: Dr. Eduardo Baeza G. y Manuel Herrera P.

- I -

SONETOS A CALKINÍ

OFRECIMIENTO

Como el pozo o el ala del sombrero
de líneas circulares es mi canto;
se tejió con la risa y con el llanto
y el corazón de un vástago de obrero.
Tranquilas aguas de escondido manto,
bajo la voz, construyen mi alabanza
que sube hasta el brocal de la esperanza
y desborda los cántaros del canto.

Me fui por circunstancias desiguales
a cosechar fortuna o sinsabores
lejos de las regiones tropicales.
Hoy vengo a ti, solar de mis mayores,
a ofrecerte las jícaras rituales
donde quiero rimar con ruiseñores.

PÓRTICO

Quién al mostrar su tierra no se ufana
por darle al extranjero de visita
una visión sincera que le invita
al jolgorio de feria provinciana.
Entre los voladores, la campana
que a procesión a los devotos cita,
el ruedo con la palma ya marchita,
el torito-petate y la jarana.

Tierra donde blasona la blancura
-cal en las piedras, palma los sombreros,
albos hipiles donde el sol fulgura
cual mítico jardín de hilo y esmero-
escúchame y refugia mi ternura
en una floración de limonero.

FUNDACIÓN DEL CACICAZGO

Después de que cayeron los tiranos
y en Mayapán ninguno resistía,
llegó el linaje y la genealogía:
los hermanos Canul, los nueve hermanos.
Fundó el más grande en el rincón del cielo
su cacicazgo de mayordomía
bajo la sombra con que verdecía
la ceiba enamorada del subsuelo.

Suena el tunkul, el caracol responde.
Tiene la milpa gusto de mazorcas,
la tórtola tristísima se esconde.
Tramonta el sol y sube funeraria
la luna. Resplandece en las ajorcas.
El humo del copal es la plegaria.

LLEGAN LOS ESPAÑOLES

A lumbre y odio hirieron, y a caballo,
hasta llegar la sangre a los tobillos;
hundieron con inquina los colmillos
para obligar a un pueblo a ser vasallo.
Cien cántaros de miel y otros tributos
como la pubertad de las doncellas
al pueblo que leía las estrellas
cobraron los iberos disolutos.
No nació del amor el mestizaje
como el pozo y la ceiba desposados
en el altar sereno del paisaje.
Fue la lujuria contra la torcaza,
el cáliz con los pétalos tronchados
y las tinieblas de la antigua raza.

RETRATO DE MESTIZO

El indígena gime entre mis venas,
el mosquete español mi frente fizo;
alzo al cielo mis manos de mestizo
entre dos horizontes, dos arenas.
Tengo el adusto gesto castellano
?coraza el salmo, religión la espada?
pero me dulcifica la mirada
la tristeza del indio americano.

Amo como mis padres el camino,
crezco igual que el maíz, sobre la roca,
observo el porvenir en las estrellas.
Soy de mi corazón un peregrino,
esculpo las estelas en mi boca
e indago las raíces de mis huellas.

A LA IGLESIA DE MI PUEBLO

Tu torre solitaria me parece
llorar bajo tormento de silicios
y sin embargo guardan tus resquicios
blancas palomas y la hierba crece.
Vistes la sobriedad del manto gris
y lanzas tu pregón con alborozo,
nido de golondrinas en un pozo;
bajo el sayal, el corazón de Asís.

Es la oración tu firme basamento
a ritmo acompasado de campana
que rema en el azul del firmamento.
Sólida carabela castellana
-mástil de piedra, soledad y viento-
iglesia de mi pueblo, franciscana.

EPITAFIO

(A Monseñor Gonzalo Balmes N.)

Aquí yace un antiguo sacerdote,
presos los huesos, libre la ceniza;
nunca la fosa pudo con el brote
de la bondad que triunfa y se eterniza.
Aquí, desde los muros franciscanos,
escuchará su incorruptible asombro
la súplica angustiosa de las manos
ávidas de fe y justicia. Lo nombro
porque en su gesto adusto se escondía
el afán de ayudar a los escasos
de pan. Su noble corazón sentía
-ciprés hoy con la muerte hecho pedazos-
la caridad como la eucaristía:
no dádiva o adorno sino brazos.

A UNA CEIBA VENCIDA

La ceiba, por ser árbol venerado,
se supo invulnerable a los castigos;
todos los seres fueron sus amigos:
el jaguar, la torcaza y el venado.
Su verde sombra le sirvió de abrigo,
cuando llegó, al indígena cansado.
Y fue del español, en un tratado
que impuso el vasallaje, su testigo.
Aun el tiempo respetó el follaje
de quien creciera en medio de la plaza
y prodigara al indio tutelaje.
Mas hoy, los hijos de la nueva raza
infringieron al árbol el ultraje
que desgajó su verdecida casa.

ROCA Y AMOR

Pobre el terruño, al indio le cautiva
el silvestre jardín que se desboca
en las fisuras de la roca viva:
el aleteo de la sensitiva,
la aromática menta que coloca
sus verdes banderillas en la boca,
albahaca, romero, siempreviva.

Es esta tierra rojocobre y dura
de pedernal abierto a dinamita
donde el tesón del hombre se habilita
para vencer la inhóspita llanura.
En cada patio que lo estéril veda,
el pueblo se atrinchera de ternura
en puños amorosos de arboleda.

MES DE QUEMAS

Abril en el solar, todo reposa.
Como un cántaro roto el suelo queda;
en la bombilla de la tarde rueda
alguna despistada mariposa.
La tierra es ocre y es carbón la brisa;
maleza de aire quémase en la hornaza;
apunta el cardenal en una brasa
y el trino del cenzontle es de ceniza.

Si el cielo tiene resplandor de llama,
la boca ansía el manantial del fruto
que en el patio el ciruelo desparrama.
En el textil follaje del minuto
besa la flor de mayo que lo inflama,
colibrí incandescente y diminuto.

MES DE LLUVIAS

Junio: no han de tardar los aguaceros
que laven el desgano de las chozas;
perfumarán el aire las mimosas,
la ruda y el llantén, los limoneros.
Se llenarán de charcos los senderos
en los que lucirán las mariposas
su velamen de luz, de presurosas
libélulas y niños alfareros.
Se romperá aquel cántaro que encierra
las fuertes lluvias de la temporada
sobre los blancos huesos de la tierra.
Y la vida otra vez, más animosa,
cubrirá a nuestra madre descarnada
con verde terciopelo y mariposas.

MANOS TRABAJADORAS

Las manos de mi gente son hermosas
como la miel que guardan en las rejas
del cóncavo panal esas abejas
tenaces, productivas, laboriosas.
Son los maderos de las cruces viejas
donde clavó la vida un par de rosas,
manos del pobre siempre victoriosas
y rara vez vencidas por las quejas.
Urden la hamaca -única red del sueño-
hacen girar veloz el malacate,
tejen la palma y el fugaz diseño,
arco en tensión, de toda cestería.
Manos pacientes, manos de combate:
¡tejan el dulce pan de cada día!

 

- II -

BREVE ELOGIO DE LA FAUNA

1

AMOR NATURALEZA

Amor naturaleza fue el secreto
del indio que la supo sacrosanta;
sea mi voz la voz de quien la canta
antes de que se extinga por completo.
Amor naturaleza me prometo
en las manos, el pecho y la garganta;
amor naturaleza se levanta
en el suave reducto del soneto.

¡Cómo no amar la huella sigilosa
y la altivez del cáliz, por lo breve,
y aun la tierra que se sabe esposa!
¡Cómo no amar el oro diminuto
del insecto! Y amar a quien se debe
sombra, leña, morada, flor y fruto.

2

EL VENADO

Yo admiro en el venado la dulzura
de sus ojos de niño y la enramada
que corona su testa delicada
y la fina esbeltez de su figura.
Admiro la soberbia tesitura
de su suave pelambre y la obstinada
resolución de perseguir la aguada
a riesgo de encontrar la sepultura.

Príncipe de los montes, el venado
sucumbe ante el acoso del violento,
una abierta amapola en el costado.
Con qué serenidad otea el viento
y de la tierra muere enamorado,
húmedas las pupilas, sin lamento.

3

EL COLIBRÍ

La magia del amor y del embrujo
hizo el colibrí la temblorosa
y férvida plegaria de una moza
que a vil ceniza el corazón redujo.
Arco iris que impone su dibujo
al celeste alborozo de la rosa,
metamorfosis de la mariposa,
flecha de amor que hasta el amor condujo.

Ser colibrí es gustar los menesteres
que hacen su arquitectura de las flores;
como que flor son todas las mujeres.
Y el colibrí, fantasma de alfileres,
equilibrista de los sinsabores,
entre cárceles liba los placeres.

4

LAS ABEJAS

Vibración gutural tiene el enjambre
que danza su ballet de fantasía;
ritual comunitaria orfebrería
se revuelca en el oro del estambre.
Atesorando lágrimas de sangre,
labra en la filigrana de la cera
todo el delirio de la primavera,
hambre de espacio y de corolas hambre.
Es la gota de miel quien le convida
como dardo de luz sobre las flores
a enamorar su catedral florida.

El cóncavo panal de sus amores
defiende con arrojos de suicida
muriendo entre dorados estertores.

5

EL MAQUECH

Es eremita del podrido gajo,
faquir que se sustenta del madero,
raro ejemplar por arte del joyero
que con piedras lo viste en su trabajo.
No tiene este tranquilo escarabajo
el sonoro zumbar del "sacuchero"
que juguete, en mi infancia, con esmero
ataba de algún hilo por relajo.
Vio en una tarde del helado enero,
cuando la luz se duerme en un arrullo,
bajo de los confines un lucero.
Se sintió el más sufrido pordiosero;
le pidió al hombre el traje del cocuyo.
El hombre lo vistió de prisionero.

6

EL PAVO REAL

No busca elogio el pavo real de Juno
si extiende el abanico de su cola
-vela de luz y ramos de amapola-
sobre el plumaje, reino de Neptuno.
Es la odalisca del vergel moruno
y sostiene su gracia por sí sola,
secretos de marina caracola,
arcón de la palabra cual ninguno.
Una diadema -piedra ensueños- porta
esta reina de Saba a quien de hinojos
rendimos pleitesía y no le importa.
Se yergue la sibila en sus mil ojos
y con un aire que hasta el aire corta
descorre del misterio los cerrojos.

7

LA IGUANA

Como vestigio de antediluviana
creación que aún perdura pues porfía,
inmóvil la escarpada crestería,
roca en la roca, toma el sol la iguana.
No sale con la luz de la mañana
sino espera el sopor del mediodía
y su lengua, sin par ballestería,
rompe la diminuta caravana.
Ama la piedra que mantiene al mundo,
el amable verdor, la enredadera.
Y desde el escenario que domina,
hincha el resuello cual tenor profundo.
Después, al calor de su madriguera
parsimoniosamente se encamina.

8

EL LAGARTO Y LA GARZA

Me asombra la simbólica pareja
del lagarto y la garza del pantano;
laquígrafo el divino soberano
esgrafió a la que un lirio se asemeja.
¿Cómo pudo la garza garcihermosa
perder su corazón en el estero
por el lagarto cruel y carnicero
que en el oscuro légamo reposa?

Pero algún día cual gentil saeta
la ingenua novia de su egipcio hermano
buscará con amor el infinito
y aquel lagarto, el grito del poeta
por los vastos azules del arcano,
será tan sólo en lodazal maldito.

9

AVES

La jaula temblorosa del follaje
-prisión de la indecible algarabía-
hace suya del alba la alegría
y el llanto del poniente en el celaje.
Palomita mucuy, loro de viaje
que hace una pausa al terminar el día,
tordo, azulejo y aves fantasía,
cenzontle musical de encaje.

Con aire arrepentido y asustado
en la ceiba dormita el zopilote,
la codorniz se esconde en el collado.
Fúnebre sombra cruza el tecolote
y en postrimer adiós, ensangrentado,
tiembla de golondrinas el cenote.

10

LA GOLONDRINA

La golondrina, góndola del viento,
es del Mayab la eterna peregrina
que escoge como un alto en su rutina
la torre de una iglesia o un convento.
Tijera en el telón del firmamento
corta el arcano de la azul cortina
de la lluvia y es esta bailarina
rauda sibila del encantamiento,
y por su cola, una gentil sirena
o las alas al aire de la espiga;
quizá el Arcángel de la Nochebuena.
Ave de los inviernos enemiga,
átomo que la lluvia desordena,
deja que mi palabra te persiga.

11

PALOMAS

El ala es el aspecto del aroma,
la tórtola es el barro de la bruma;
decir torcaz es cual decir espuma
y amor es señalar a la paloma.
Monja del viento de la torre asoma
-hilado de algodón, copo de luna-
espiral que adormezco entre la cuna
del hueco de mi mano que la toma.
De la triunfal concordia es el idioma
del hálito de Dios que en este emblema
habló para el humano en la paloma.
Y al celebrar su gozo la campana,
acaso sea paloma este poema,
al vuelo, desde el alma franciscana.

 
 
Fuente: SUÁREZ CAAMAL, Ramón I. Memorial de Sueños. H. Ayuntamiento de Calkiní, Campeche, noviembre de 1981, 60 p.