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Palacio
de la Junta Municipal |
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Por
Alicia Gómez Montejo
Nunkiní
tiene una larga y rica historia llena de anécdotas cotidianas
y hechos memorables, afirma Don Pedro Suárez
Chí, persona avezada en la historia y costumbres
del pueblo. NUNKINÍ proviene de origen maya:
NUN: nacer, I: ahí, KIN:
sol; significa por lo tanto, "Ahí donde nace el sol".
Aunque
se desconoce con exactitud la fecha de la fundación del pueblo,
se conjetura que pudiera haberse efectuado durante el Preclásico
Maya, ya que, después de la desintegración de Mayapán,
los siete hermanos Canul fundaron sus respectivos cacicazgos en
el territorio de lo que hoy comprenden varias poblaciones del Estado
de Campeche, en el área denominada como Camino Real, siendo
una de éstas precisamente Nunkiní.
Actualmente
a la Sección Municipal de Nunkiní corresponden:
a)
El pueblo de Nunkiní, Cabecera de la Sección.
b)
El pueblo de Pucnachén.
c)
Los ejidos de San Nicolás, Santa Cruz Ex-Hacienda, Hacienda
Tankuché, Santa María.
d)
Los ranchos de Ahuat-Bach, Kacab, Ceh-Aké, Dolores Esperanza,
Isla de Piedra (también se le llama X-Kanchaltún),
Jesús María, Kankuch, Konchán (también
se le llama Yaax-Chan), Net-Yuc, San Antonio, San Diego, San Felipe,
San Isidro, San Joaquín, San Joaquín de la Boca del
Caño, San José, San Juan, San Lorenzo, San Pedro,
San Román, San Roque, Santa Ana, Santa María, Santo
Domingo, Xoloc, Yaltón (lugar que sirve de embarcadero a
pescadores).
A
la llegada de los españoles, don Juan Canul, descendiente
de uno de los siete hermanos Canul, era el batab, Gran Señor
de Nunkiní. Después de la Conquista, fue sustituido
por su hijo, don Jorge Canul; aunque cabe aclarar, que la única
autoridad reconocida era la española.
Desde
tiempos antiguos, esta población ha contado con gente interesada
por la educación, la ciencia y el arte. Uno de ellos fue
Don Juan Canul, hombre sabio e inteligente que aprendió a
hablar y escribir español, y quien al retirarse de su cargo
politico, preocupado por recordar para siempre la grandeza de su
pueblo, elaboro un libro conocido con el nombre de "Manuscrito
de Juan Canul". Dicho manuscrito contenía 79 cantos
de curación y algunas recetas médicas basadas en hierbas
medicinales propias de la región. En el siglo XIX este documento
fue transcrito al español por un historiador de nombre Arzápalo
Marín bajo el nombre de "El Ritual de los Bacabes".(*)
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Procesión
de la imagen de San Diego. Foto: Alpha |
La
historia colonial de Nunkiní a principios del siglo XVII,
la escenifica la construcción de la iglesia del lugar así
como también el advenimiento de la temible viruela negra
que sentó sus reino en el lugar donde nace el sol y, que
segando un sinnúmero de vidas, extendió sus dominios
a las poblaciones aledañas. Ésta es la razón
por la que en Nunkiní existen dos cementerios, uno al Sur
y otro al Norte.
La
región se hundió en la desesperación y en el
asombro, pues esta enfermedad era totalmente desconocida; no se
sabía de dónde provenía ni cuál era
el motivo por el que arrebataba con tanta celeridad la vida a gran
número de hombres. Por aquel entonces -cuenta don Pedro Suárez-,
distante a dos kilómetros al Norte de Nunkiní existía
una comunidad maya de nombre Chan cá, que en español
significa "Pequeño Pueblo". Una de las familias
de esa comunidad, para resolver el misterio del terrible azote,
recurrió a un "hmen", curandero que hacía
las funciones de clarividente. L respuesta del hmen fue la siguiente:
la maldita enfermedad proviene de los blancos y la única
vía de salvación para ahuyentarla consistirá
en hacer la efigie de un hombre blanco y quemarla durante la procesión
de San Diego.
Al
conocerse la estrategia para desterrar el dominio de la viruela
negra, todos los habitantes de la pequeña comarca: hombres,
mujeres, niños, jóvenes y ancianos, en unidad con
los de Nunkiní, decidieron elaborar, ya no uno, sino varios
muñecos de color blanco. En las celebraciones del patrón
San Diego de Alcalá, mientras el fuego, en grandes llamaradas,
consumía los muñecos, la angustia de los pobladores
se reducía a cenizas. La viruela como por arte de magia,
como por milagro divino, cesó; y se hizo gran fiesta, donde
el misticismo maya y la religiosidad hispana se sintetizaron para
celebrar esta victoria en una clara muestra de sincretismo cultural.
Desde
entonces a la fecha, Nunkiní conmemoró con más
algarabía este festejo, lleno de luces y de colorido, donde
sus habitantes exhiben el producto de su trabajo basado en la horticultura
y la ganadería. La primavera sirve de marco para que la alegría
se desfogue en honor a "San Dieguito", concretamente después
de Viernes Santo, los días que van del 14 al 17 de abril.
Cabe señalar que ésta no es la única fiesta
al Santo Patrono, ya que se organiza otra para el día 13
de noviembre.
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Parroquia
de San Diego de Alcalá. Foto: Alpha |
Otros
sucesos importantes que atañen a Nunkiní se sitúan
hacia finales del Porfiriato, tiempo del poder de los hacendados.
El dominio absoluto en el ambiente rural, es encarnado en la figura
histórica de don Sixto García, pues fue el máximo
terrateniente y hacendado en el Camino Real. Por eso en los alrededores
de Nunkiní se encuentran muchas ruinas de haciendas, donde
circuló gran cantidad de dinero en oro y plata, riqueza basada
en el sufrimiento de los sirvientes adeudados, quienes vivían
en las haciendas sujetos al capataz, hombre de confianza del patrón.
No todos los sirvientes adeudados vivían en la Casa Grande
(Hacienda) sino en sus pueblos de origen, cercanos a su centro de
trabajo. Al parecer estas personas poseían cierta libertad
de movimiento pero su esclavitud no cesaba.
La
Revolución emergió como tabla de salvación,
el hijo de don Sixto García, del mismo nombre al que le decían
"Sixtín", se enfrentó a los federales en
la hacienda Blanca Flor y el resultado fue su total derrota y su
exilio al extranjero. El fuego que se propagó en Blanca Flor,
sirvió para deshacer asimismo las ataduras de los sirvientes
adeudados, provocando la desesperación e incertidumbre de
quienes tenían propiedades basadas en la explotación
del henequén, las que decidieron abandonar por la fuerza
arrolladora del movimiento social iniciado por Francisco I. Madero.
Ante
el abandono de las majestuosas haciendas, entre las que encontramos
a la de Tankuché, San Nicolás, Santa Cruz, Santa María,
Pucnachén, entre otras, se presentó un serio problema,
ya que muchos de sus peones sufrían de hambre. Al desaparecer
la tienda de raya como "centro abastecedor de alimentos",
los trabajadores no buscaban modo de sustento, pues se habían
habituado a ser "palitsin", es decir, a depender del señor
hacendado. Así, muchas de las haciendas se deshabitaron,
pero una que otra permaneció con suficientes personas que
al paso de los años formaron alrededor de señoriales
cascos de las "casas grandes", caseríos sencillos
que han devenido en pintorescos pueblos, tal es el caso de Santa
María Ex Hacienda. Al mismo tiempo, Nunkiní también
empieza a decaer ante la emigración de sus habitantes, porque
muchas de las personas que abandonaron las haciendas, prefirieron
asentarse en Calkiní, debido a que el tren era más
cercano ahí y por tanto existía más facilidad
de transporte y de comunicación.
El
Gobierno posrevolucionario confiscó los bienes de los antiguos
hacendados para beneficio, muchas veces, de quienes habían
sufrido de sol a sol en esas milpas y plantaciones y, actualmente,
algunas de estas haciendas han sido rescatadas para ser rehabilitadas
como centros turísticos, mientras que otras permanecen como
mudos testigos de una era de prosperidad basada en la injusticia.
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Disfraz
de oso en Carnaval, una tradición. Foto: Alpha |
Los
albores del siglo XX se presentaban venturosos, máxime en
1915, cuando en Nunkiní funcionó la Unión de
Obreros y Campesinos, presidida por los Sres. Alvino Collí
y Miguel Pinto Sosa. Esta Unión, en 1919, por iniciativa
del Profr. Fernando Angli Lara, cambió su nombre al de La
Liga de Resistencia.
Asimismo
el entonces gobernador del Estado, Joaquín Mucel a través
del Decreto No. 51 publicado por el Periódico Oficial del
Estado en diciembre de 1915, especificaba que existía una
nueva Ley de Administración Interior del Estado, la cual
entraría en vigor el 1º. de enero de 1916, y en ella
se declaraba a Nunkiní como Junta Municipal de Calkiní.
El
líder de La Liga de Resistencia, Alvino Collí fue
un político audaz, que tenía buenas relaciones con
importantes personajes públicos de la esfera nacional y regional,
como Álvaro Obregón y Felipe Carrillo Puerto. Por
medio de Collí, Fernando Angli Lara logró contactar
con este último y a su vez, por la ingerencia de Angli Lara,
lo hicieron también prominentes políticos campechanos
como Ramón Félix Flores y Ángel Castillo Lanz
quienes influenciados por la mentalidad marxista de Carrillo Puerto,
fundaron el Partido Socialista Agrario de Campeche. El Socialismo
en Campeche tuvo su origen en Nunkiní, porque a través
de La Liga de Resistencia que se implantó ahí, se
conocieron quienes jugarían un importante papel en el Sureste
mexicano.
Los
gobernadores que salieron de las filas del Partido Socialista, desde
Ángel Castillo Lanz hasta Benjamín Romero Esquivel,
siguieron el camino trazado por la Revolución, continuando
con la Reforma Agraria implantada por Joaquín Mucel, dotando
de más tierras a varios pueblos indígenas.
Es
difícil comprender las situaciones tensas que surgieron durante
la administración socialista; los habitantes de Nunkiní,
junto con los de Bécal y Bolonchén de Rejón
(Bolonchenticul en aquel entonces), vivieron con pasmo y horror
hechos sangrientos, debido a las luchas internas que se suscitaron
al calor de filiaciones partidistas. En Nunkiní se derramó
mucha sangre por el socialismo y se llegó a usar el terror
como medida persuasiva para oprimir a la gente. Quizá, la
violencia presentada en aras del socialismo fue porque algunos de
sus militantes torcieron las reivindicaciones que propugnaba tal
filosofía.
Según
don Pedro Suárez, el socialismo era una nueva manera de esclavitud
que se avecinaba en la región "porque en los mítines
de sus miembros siempre se gritaba: "Vivan los bolcheviques",
lo que espantaba a la ciudadanía. Los entendidos están
de acuerdo que el socialismo bien aplicado es bueno, pero los que
seguían a Carrillo Puerto no pensaban así, sólo
maquinaban matar ricos, pues si alguien tenía 50 cabezas
de ganado, había que quitárselas inclusive a la fuerza
y dividirlas a uno para que todos sean iguales".
Durante
la década de los veinte, los camisas rojas como se llamaba
a los socialistas, se hicieron presentes en todos lados; aun cuando
no pasaban de ser cincuenta personas, pretendían irrumpir
en la polñitica de forma totalitaria y dominante. Esta oportunidad
se presentó en el primer año de formarse el Partido
Socialista, en 1922, con el cambio del Presidente de la Junta Municipal.
Ese año se celebraron jornadas electorales, en las cuales,
al no existir un referéndum unificado, se efectuó
una reunión entre los socialistas y los no socialistas; estos
últimos que sumaban trescientos ciudadanos, se negaron a
consentirlos en la alta administración del pueblo y sólo
ofrecieron cargos menores para ellos.
Los
socialistas no aceptaron la propuesta y se marcharon enojados, lo
que causó expectación, un suspenso no grato para el
pueblo, que presentía que éstos no se quedarían
cruzados de brazos y, para evitar posibles enfrentamientos, se pusieron
a dilucidar una solución eficaz. Para calmar la ansiedad
y sosegar los ánimos, se eligió para Presidente de
la Junta a una persona ajena a las pasiones políticas del
momento, cuya neutralidad no fuera puesta en duda y que tuviera
un prestigio intachable; resultando indicado en todas las opiniones,
el Sr. Jesús Huchín, quien paradójicamente,
vivía en un barrio declarado socialista, el de San Román.
El
primero de enero de 1922 tomó posesión el referido
señor Huchín, seis días después, al
ir a levantar su cosecha de maíz, sufrió un atentado.
Hombres desconocidos le dispararon a distancia; afortunadamente
se salvó. El presidente al parecer no dio a nadie noticia
de esto y, lamentablemente, días después, la noche
del 22 de enero de ese año, los socialistas finalmente consumaron
su deseo de eliminarlo, sufriendo la misma pena un subcomandante
de policía que trató de defenderlo. Con la acción
de estos sucesos, los socialistas demostraron que no aceptarían
con facilidad a nadie que no fuera de su filiación para la
presidencia del pueblo.
Don
Pedro Suárez asegura que este lamentable evento fue la mecha
que encendió la desgracia de otra mayor. Los nunkinienses
se percataron que los socialistas estaban detrás de la muerte
del presidente municipal, y atraparon a una persona que servía
de intermediaria entre ambos grupos y lo conminaron a que prendiera
fuego a las casas de los camisas rojas.
El
escándalo y la indignación cundieron, no hubo dique
que los detuviera. A las familias de los socialistas, unas cincuenta,
las obligaron a abandonar el pueblo y si alguno se negaba, lo amenazaban
con quemarlo. El viento soplaba con mucha fuerza, el fuego consumía
los hogares y las llamas se extendieron calcinando la mitad de Nunkiní.
Debido
al estado lamentable en que quedó la población que
semejaba un sitio de guerra, muchos de sus habitantes, aterrorizados,
emigraron hacia Calkiní, a la ciudad de Mérida y Campeche.
Diez años después, a pesar de la represalia sufrida
por el pueblo ante la intransingencia de los socialistas, éstos
ocuparon la alcaldía y tomando el poder, las supresiones
no se hicieron esperar. Atosigando y amedrentando a quienes no compartían
sus ideas, privaron de la vida a seis personas, sin más delito
que el haber expresado su desacuerdo públicamente y así,
nuevamente, una ola de pánico impulsó otro gran exilio.
Durante
el gobierno de los socialistas, todavía estaba en auge la
campaña anticlerical y antirreligiosa impulsada por Plutarco
Elías Calles. Los autodenominados ateos apoyaron plenamente
esta campaña emprendida en el país. En Nunkiní,
la iglesia fue clausurada y acondicionada para actividades seglares.
Sin embargo, ante la presión del pueblo, volvió a
su antigua calidad de centro de adoración, pero poco tiempo
después, se cerraron sus puertas poniéndose el sello
oficial en las mismas para evitar el acceso y el oficio de la misa.
En
el año de 1937, ante la falta de docentes en nuestro país,
la Misión Cultural Número 27, impartió un curso
con el fin de praparar a maestros que estuvieses dispuestos a llevar
la cultura y el saber a los niños de los lugares más
apartados de la Península de Yucatán. Al finalizar
el curso, los maestros organizaron una fiesta y ese mismo día,
con motivo de la inauguración de un pequeño parque
en la plaza principal frente a la iglesia, las autoridades socialistas
hicieron otra celebración.
El
gobierno socialista, a fin de que su fiesta luciera atiborrada de
gente, para dar la impresión de animación, invitó
a personas de poblaciones circunvecinas de Dzitbalché, Calkiní,
Pocboc y de Hecelchakán, entre otras, pues los habitantes
de Nunkiní se mostraban reacios a participar en todo lo que
éste emprendía.
La
celebración con motivo del estreno de la plaza principal
se vio interrumpida por una lluvia pertinaz. Muchas personas se
guarecieron en el Palacio Municipal, pero ante la gran concentración,
se percataron de que no iban a caber en ese lugar; entonces, parte
del gentío dijo: "Vamos a la casa del pueblo",
señalando a la iglesia.
Cuenta
la historia que violaron el sello de clausura y entraron al recinto,
al ver las imágenes, unos reconocidos socialistas empezaron
a azuzar a los demás para destrozar los objetos de culto
y en la acción, uno de ellos, tomó una cruz ubicada
en el altar mayor y la estrelló en el suelo haciéndola
trizas. Alguien, asustado por tal sacrilegio, salió de la
iglesia y dio aviso a los habitantes de Nunkiní, quienes
presurosos, rodearon el edificio y pidieron a sus vecinos abandonar
la iglesia pacíficamente y, la gente se marchó.
Los
datos orales recabados acerca de los desmanes del gobierno contra
la población durante los treinta, correspondiente a las últimas
glorias del socialismo, son coincidentes con el hecho de que, como
bien lo explica Emilio Rodríguez en su libro Legislaturas
Campechanas "el 28 de mayo de 1936, la XXXIV Legislatura abrió
un período extraordinario de sesiones, para resolver los
actos de la Junta Municipal de Nunkiní contra la población".
Debido
a sus desmanes y desplantes, los socialistas se hicieron aún
más aborrecibles, fueron perdiendo poder acabando por desaparecer
como fuerza política. Los habitantes de Nunkiní decidieron
hacer tabla rasa de los hechos socialistas, tanto, que se les recuerda
muy poco. Nunca más el socialismo dirigió al pueblo,
de hecho, la comunidad es católica en 99%, y ha sido cuna
de varios sacerdotes que residen en diferentes partes de la República
Mexicana cumpliendo la misión del apostolado como: Rogelio
Ávila, Juan Kantún Huchín, Juan Carlos Cahum,
entre otros.
La
tensa situación que se vivía en Nunkiní, se
aligeró a partir del gobierno de Benjamín Romero Esquivel,
y terminó por calmarse bajo el gobierno del Sr. Eduardo Mena
Córdova. Don Pedro Suárez recuerda que las mejoras
importantes empezaron a darse más claramente en la región
del Camino Real, a partir de la administración del Gral.
José Ortiz Ávila, pues antes los niños tomaban
clases en los anexos de la Presidencia Municipal. Durante este lapso
se impulsó notablemente la educación, se construyó
el Centro de Salud y se dotó al pueblo del servicio de agua
potable y electrificación.
Gracias
al apoyo del gobierno estatal en sus diferentes sexenios, y a la
laboriosidad de su gente, Nunkiní goza de la tranquilidad
propia del espíritu campechano.
En
los umbrales del siglo XXI Nunkiní es en realidad el pueblo
donde nace el sol. Ha tenido atardeceres y noches oscuras, pero
siempre, en su milpa, el alba se ha hecho presente. Nunkiní
es un maizal que ha reverdecido, para que la diosa Ixchel luciendo
engalanada, disfrute todos los días los tiernos rayos del
sol.
(*)
Nota del editor de esta página web: El historiador es Ramón
Arzápalo Marín; el libro "El ritual de los Bacabes".
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*
Tomado del libro "Las H. Juntas Municipales del Estado de Campeche.
Una breve descripción", de Alicia E. Gómez Montejo.
Estado de Campeche. Octubre de 2002. 176 pp. Fotos: Francisco Cauich
Pat (Photo Alpha). |
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