SI
ALGUNA VEZ HAS NOTADO el plumaje del tapacamino -ave peculiar
del Camino Real- te habrás fijado que es feo y que
entre todas las aves es la más fea y bueno pensarás
también ¿por qué se atraviesa entre
tu paso? Según nuestros abuelos sucedió lo
siguiente:
Resulta
que al Señor Todopoderoso se le ocurrió nombrar
a la reina de las aves y para ello organizó un concurso
en el cual participaron todos aquellos que de alguna o de
otra manera mostraran sus atuendos, habilidades, destrezas
y un sin fin de valores que impactaran y con todo ello ser
la reina de las aves. Y comenzaron los preparativos; unos
por su bello canto decían estar seguros de ganar
tan prestigiado trofeo, otros por su vuelo fantástico,
que al surcar los aires dibujaban estampas coreográficas
dignas más que de un aplauso, otros por la mentalidad
tan extraordinaria que tenían; otros por sus habilidades;
en fin tantas y tantas cosas que preparaban cada una de
las aves y no faltó una de aquéllas que valiéndose
de trampas pretendía ganar. Y bien en aquel entonces
el pujuy o tapacamino era un ave de todas la más
hermosa, tan bello tenía el plumaje que a las demás
aves llenaba de envidia y no obstante su canto era esplendoroso,
surcaba los aires, como potente cometa, dejando al pasar
una silueta de ave noble, ingenua, puesto que las demás
aves no se comunicaban con ella, entonces el pavo real,
una ave que en aquella ocasión vestía desarrapante
pues tenía por vestidura un plumaje tan feo que inspiraba
críticas, se dirigió hasta el tapacaminos
y le dijo lo siguiente:
-Oye,
me invitaron a un concurso en el que debo portar un plumaje
muy bonito como el tuyo. ¿Me prestarías tu
traje? Contestó el pujuy: -¿No crees que es
muy grande para ti? -No, contestó el otro.
Total
es sólo por unos días, después te lo
regresó, insistió. Si en el concurso resulto
ganador, tú serás mi suplente en caso de que
me enferme yo, además serás por siempre mi
mano derecha.
Grande
era la credulidad de esta ave que no lo pensó dos
veces y dijo:
Está
bien, pero conste que terminando el concurso me lo regresarás
y luego, seré tu mano derecha.
Sí,
dijo el pavo real, sonriente.
Se
intercambiaron los trajes y tan grande era el pavo real
que apretado le quedaba el traje, en tanto que al tapacamino
le quedaba ancho. Así transcurrieron los días
y el cuerpo y el traje de ambos se acostumbraban y por fin,
llegó el día esperado en que se llegaría
a saber quién gobernaría a todas las aves.
Y comenzó tan anunciado concurso. Se inició
con los trinos; con los cantos más maravillosos,
aquellos que envuelven al corazón, el murmullo de
aquéllos era tan magnífico que un juez parecería
incompetente a la hora de calificar, luego las habilidades,
unos volaban y dibujaban fantásticos bosquejos de
árboles, ríos, mariposas, entre otros; otras
construían nidos. Su habilidad era tan magnífica
que era imposible detectar falla alguna en los nidos. Después
siguió la belleza; y allí estaba el impostor,
el pavo real, esa ave que con traje ajeno presumía
belleza y más al abrir la coleta puesto que parecía
que sus plumas llevaban luciérnagas pegadas en tan
especial ocasión. El concurso culminó con
la capacidad intelectual, culminó con palabras; aquéllas
en donde las respuestas y preguntas giraban en torno a adivinanzas,
problemas e intuiciones. Y después prosiguió
la larga espera, en donde el nerviosismo de unos y la seguridad
de otros se reflejaba en actos y en rostros. Entonces se
dijo el nombre de los ganadores. En primera instancia se
nombró al tercer lugar: al sakpakal o torcaza por
su canto, después a la yuya pues construye su nido
de manera extraordinaria y se le otorgó el segundo
lugar; y la hora de la verdad llegaba y con ella la desesperación
aún más; y se dijo:
El
primer lugar por tanta belleza es para el pavo real. Esta
ave, será de ustedes la reina de todas las aves.
Pasaron
los días y el tapacamino esperaba su traje, y se
le atravesó la torcaza y le preguntó el por
qué vestía tan feo y le contó todo,
la torcaza sólo le dijo que el pavo real ya había
ganado y que el concurso por lógica había
finalizado.
Entonces
corrió con la reina de las aves a reclamar sus derechos,
aquellos tan falsos que un día el pavo real prometiera
y eran tan falsos estos derechos y palabras que negó
haber dicho algo el estafador, entonces el pujuy sólo
le pidió su traje y el otro se negó a regresarlo,
discutían y no querían regresarlo el pavo
real y dijo el pujuy:
Si
no me devuelves mi traje ¡te mato! y después
te dejo desnudo.
Entonces
el pavo real voló y voló y, el pujuy se dispuso
a seguirlo pero el falso volaba tan rápido que se
perdió por el bosque. Por eso si el pujuy se te atraviesa
sé amable porque sólo te dice:
-No
has visto al pavo real, no has visto a ese impostor que
me robó mi traje.
Si
tú lo ves o si se te atraviesa por el camino dile
lo siguiente:
-Se
fue por allá, entre los árboles aquellos.
MORALEJA:
"No hay que dar confianza a alguien que en apariencia
es más inofensivo que tú; o bien no creas
en las palabras de un hipócrita".
*
Relator: Profr. Andrés González Kantún
(n. 1950). Calkiní, Cam.
Fuente:
Leyendas y Tradiciones del Camino Real. José Domingo Uc.
SECUD, CONAFE, PAREB. Campeche, Cam. 1996. 76 p.
|