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U Dzuli Noh Ka'ak
   
     
 

"Juan Sotero". Foto: Santiago Canto Sosa; abril de 2003

 
 
 

Festividad celebrada dos veces al año en el pueblo de Nunkiní, durante la fiesta tradicional que se realiza en el mes de abril y durante el Novenario del mes de noviembre, ambos dedicados al patrono de Nunkiní, San Diego de Alcalá.

La celebración se viene realizando ininterrumpidamente desde la primera mitad del siglo XVII, iniciada por la promesa de una familia indígena originaria de un pequeño pueblo llamado Chan Cah, distante media legua al norte de Nunkiní, y actualmente desaparecido.

Los integrantes de la familia fueron de las únicas personas que sobrevivieron al azote de la epidemia de la viruela negra (traída por los españoles). "Debido a la intervención del santo patrono de los nunkinienses", la familia se trasladó a vivir a Nunkiní.

Según la creencia popular, la familia consultó con un h'men (sacerdote maya) y éste le dijo que el origen de la enfermedad se debía a un castigo divino, ocasionado por trabajar para los dzuloob (caballeros extranjeros) y que ésta se erradicaría después de realizar un k'ex (cambio) de la enfermedad, trasladándola a un monigote que representara a los dzuloob, vestido y ataviado como ellos, y se le quemara (de ahí el nombre de "U Dzuli Noh Ka'ak" o "Caballero de la enfermedad de fuego). La epidemia dejaría de atacar a los pobladores de Nunkiní; y, al llevar a cabo esta acción, la epidemia cesó, por milagro del santo.

En la actualidad, la celebración del "U dzuli ka'ak" corre a cargo de la organización denominada "Caballero de Fuego", que encabeza Modesta Naal viuda de Ac, con domicilio en la calle 24 Sur por 23, donde los socios se reúnen para el "amarre" del dzul.

Muchos días antes, los hijos de doña Modesta buscan en los montes una pieza de madera que contenga ramificaciones para las piernas y la espina dorsal, en donde además serán amarradas las manos y la cabeza; otros "patrones" (socios) traen los bejucos para formar el cuerpo.

Otro grupo se traslada a Halachó, Yucatán, para comprar petardos e "hiladas" (mecha con explosivos); los primeros serán colocados dentro del cuerpo del dzul y las segundas serán tendidas desde muy lejos hasta llegar a éste.

La vestimenta, como los zapatos, el sombrero, el pañuelo, etc., son donaciones de gente, que San Diego les ha concedido algún milagro por intercesión del dzul.

Cuando el dzul ha sido amarrado, lo sacan y lo llevan por el poblado a pedir "caridad"; el dinero obtenido será utilizado para solventar los gastos del próximo evento (el siguiente año).

Después de la procesión de la imagen de San Diego, de la iglesia a través de las calles que circundan la plaza principal, decenas de gentes reparten rosquillas a manera de rememorar pasajes de la vida del santo, cuando este fue panadero y cocinero en su misión. Al término, se efectúa la gran ceremonia de la quema del "caballero de fuego" o "caballero de la enfermedad de la viruela negra".

Los principales socios llevan al dzul, que recibe un nombre -como Juan Zito- y lo fijan en el piso con una barreta. La hilada de petardos es tendida en el piso también; llevan cubos de agua para apagar los residuos de la explosión. Los asistentes a este "solemne" acto se apresuran a colocar en las bolsas del dzul sus donativos en billetes o monedas.

Después de tres retoques de las campanas de la iglesia, se prende la mecha de las hiladas, que durarán unos cinco minutos antes de llegar al dzul y provocar la gran explosión; una vez consumada ésta, mucha gente se abalanza al lugar para recoger algún residuo, para conservarlo como reliquia o como medicina para curar algún mal, según "la creencia de cada cual".

Inmediatamente, los socios apagan con el agua, el fuego que aún pudieran tener los restos del monigote calcinado. Cargan lo que quedó de la armazón junto con sus herramientas y se van al lugar de su sede. "En los rostros de los socios se puede advertir la serenidad y satisfacción de haber cumplido un año más con la tradicional manda al santo patrono de Nunkiní".

Mientras esto sucede, a un costado, bajo la gran ceiba, se escucha música de mariachi y conjuntos musicales, y las familias del lugar conviven y comparten su comida.

 

Fuente: Extracto del texto U Dzuli Noh Ka'ak. Pedro Suárez Chi. Nunkiní, abril de 2003.

 

 

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