Santiago
Canto Sosa es miembro destacado del grupo literario
Génali junto con los escritores calkinienses Ramón
Iván y Miguel Ángel Suárez Caamal, además del
poeta bilingüe maya-español Waldemar Noh Tzec.
Ellos son parte de la literatura campechana que
forma nuevas generaciones de poetas en los estados
de la Frontera Sur. En 1986 ganó los juegos florales
de la Feria de San Román. Es colaborador en revistas
y suplementos culturales; algunos de sus poemarios
son La muerte finge caminos, Los ojos de Ah
Canul, Resumen de la piel, Sonetario inconcluso
y De todos modos.
Viajé
a la Atenas del Camino Real, Calkiní, para
entrevistar a Santiago Canto Sosa (Calkiní, Campeche,
1962), y comentó cómo se acerca a la poesía, sus
primeros tutores literarios, las publicaciones
iniciales, libros recientes y demás aspectos que
lo caracterizan como creador.
Sembrando
¿Cómo
contactas a la poesía?
Mi
primer acercamiento a la poesía fue en la secundaria,
en donde algunos compañeros escribían. Traté de
igualar lo que hacían a manera de competencia.
Recuerdo mucho a Jesús Ortiz Lizarraga, quien
componía versos a las muchachas. En la Escuela
Normal de Profesores de Calkiní comencé a escribir,
por intuición, sonetos, décimas y otras estructuras
clásicas. Descubrí que había poetas locales como
Waldemar Noh Tzec y Ramón Iván y Miguel Suárez
Caamal, quienes me atrajeron hacia el grupo
Génali (palabra compuesta por la sílaba
inicial de otras tres: Géneros narrativo
y lírico). Me interesé en la literatura;
ellos me asesoraron y me acerqué a la lectura
de poetas reconocidos.
¿Cuáles
fueron tus lecturas?
Las
primeras lecturas formales incluyeron el Romancero
Gitano de Federico García Lorca, Odas elementales
de Pablo Neruda, poesía de Jorge Luis Borges,
José Emilio Pacheco y Efraín Huerta. Leí constantemente
a los clásicos españoles y a poetas de nuestra
región; no sólo me nutrí de la poesía universal,
también de creadores campechanos como Radamés
Novelo Zavala, de quien luego recibí apoyo para
continuar en la literatura; fue un mecenas en
Ciudad del Carmen, en donde estuve siete años
laborando como maestro y lo visité frecuentemente.
El me proporcionó libros que ayudaron a formarme;
de niño no tuve la oportunidad de tener contacto
con ellos, por la raquítica economía de mi familia.
Antes
escribía para sobrevivir de tantos pensamientos
inmaduros, que siempre guardé en un estado anímico,
en que los sentimientos de miedo hacia el entorno
evitaban comunicarlos libremente. No había visión
amplia, sólo un falso desahogo. Actualmente, hay
una conciencia de lo que se está haciendo, de
lo que se ha hecho y de lo que uno puede hacer.
Siempre hay una historia, un pasado en la vida
del poeta: sin raíz no hay copa de árbol.
Trato de establecer un puente entre el pretérito
y el presente personales; mezclo lo tradicional
y lo moderno.
¿Qué
papel juega Ramón Iván Suárez Caamal en tu proceso
creativo?
Ramón
siempre trata de enseñar lo que él sabe a jóvenes
que comienzan a escribir; los motiva a que continúen
el camino de las letras. Es una persona que ama
la literatura y que comparte lo que tiene, no
es egoísta. Él influyó en mis primeros textos;
es notoria su influencia en algunos poemas de
Resumen de la piel.
Las
técnicas que ha puesto en su libro Poesía
en acción son producto de la experimentación
de los talleres que ha integrado y dirigido; quien
toma estos ejercicios para entrar en contacto
con la poesía, busca nuevas lecturas y recrea
esos ejercicios, formando su propio estilo. Cabe
decir, que Waldemar me apoyó también en mis inicios,
ya que a través de sus técnicas de taller impuso
disciplina, aunque un poco de rigidez, en la elaboración
de textos.
¿De
qué manera aparece el poema?
He
tenido dos formas de hacer poemas: la primera
consiste en tomar la hoja en blanco y plasmar
la idea, redactar conforme mis sentidos interpretan
el mundo exterior; luego en retocar el texto,
guardándolo por un tiempo, mientras se incuba
y posteriormente pulirlo. Así lo hago actualmente.
La segunda manera, que ya deseché por cuestiones
lógicas, consistía en «redactar el poema mentalmente»,
retenerlo en mente durante algunos días, repitiéndolo
y agregando palabras, hasta mecanizarlo. A veces
olvidaba los versos y se perdía el poema. Si en
el transcurso de quince días los versos sobrevivían,
los transcribía en un cuaderno. Como la memoria
ya no es capaz de retener tantas cosas, es mejor
tomar papel y lápiz. |
¿Recreas
lo cotidiano?
Lo
cotidiano es fácil de recrear. No hay que detenerse
en la apariencia; hay que buscar en lo infinito.
¿Logras
escribir con ritmo y metáforas?
Escribo
algunos versos cadenciosos; un ritmo interior
asimilado de la lectura de Góngora y otros poetas
de su época. De sonetos y décimas fui cargando
mi repertorio, cuyo ritmo interior es palpable
al sentarme a escribir. También en mis versos
hay influencia de imágenes y metáforas Nerudianas
y Lorquianas.
Al
fin el árbol
¿Necesitas
al taller literario para el poema expresivo-mental?
Opino que se trae el don para escribir. Sin embargo,
los talleres literarios facilitan recursos y técnicas
al poeta en ciernes.
¿Tu
primer libro?
La
muerte finge caminos es el primer título
de varios libros ya publicados. Lo hice con el
mayor interés posible: lo escribí, diseñé en mimeógrafo,
pagué e imprimí; es un libro artesanal, punto
de partida para seguir publicando.
¿Existe
una generación de poetas?
Es
una satisfacción haber iniciado con poetas como
Sergio Witz, Eduardo Martínez, Hermenegildo Casanova
(al que le perdí la pista), Daniel Cantarell,
Enrique Pino y Gustavo Ramos, en los años ochenta,
cuando una ola de jóvenes entró de lleno en el
entorno de Campeche con una poesía llena de reflejos
de la vida actual, espejismos y problemas, que
disgustó a la sociedad en un principio, y que
luego aceptó. Esta situación evolucionó y ha repercutido
en la creación de grupos literarios, aunque no
existen buenas relaciones entre unos y otros.
¿Muestra
pasión y amor al solar nativo tu literatura?
El
solar nativo es parte de uno y uno es parte del
solar. Si estamos conscientes de lo que nos ha
dado, debemos contribuir a difundirlo. En Los
ojos de Ah-Canul intento aportar datos de
valor para la cultura de Calkiní y de Campeche.
Creo en el amor cuando se hacen cosas positivas,
no decirlas únicamente, por el mejoramiento de
nuestro pueblo. Si damos a conocer a nuestra
tierra más allá de límites y fronteras, conseguiremos
nuestros propósitos. |