En esta época de crisis de valores, dramática e incierta, en que los hombres ya no piensan en el pretérito como un aprendizaje paulatino, sino como un espejo en el que se mira la indiferencia de quienes viven solamente de la televisión o de los vicios, es posible todavía observar a los poetas dedicados a la esperanza, al quehacer cotidiano y a la promoción de la naturaleza como un camino más amplio para el regocijo del ser humano.
Esto lo expreso con el propósito de la presencia de Ramón Iván Suárez Caamal en esta parte del país: Campeche, y que nos tienta a leer sus episodios poéticos con una visión optimista y constructiva.
A Suárez Caamal, guía de muchos jóvenes escritores de la Península de Yucatán, lo conozco desde 1979, año en que me acerqué a él por recomendación de algunos profesores de Español, que al darse cuenta de mi interés hacia la literatura lo primero que hicieron fue guiarme hacia su figura intelectual. Fue así como ingresé al grupo que años antes había formado en compañía de su hermano Miguel, de Waldemar Noh Tzec, César May Tun y Miguel Cocom Pech.
Desde entonces lo he reconocido como uno de los promotores más entusiastas de la cultura en nuestra región, en los últimos tiempos. En sus obras nos convida su corazón de mariposas, con el fin de recorrer los pasillos de la infancia en el aleteo de ideas profundas. Esto puede descubrirse en su libro Casa distante.
Los recursos de sus textos son metáforas y enunciados que coordina con suavidad, reflejando imágenes que vienen a la memoria, y que están al alcance de los lectores. Habla de la selva y el mar, de las calles citadinas y del sol amanecido en el insomnio. Su pluma es prolífica. Tiene a su favor abundantes triunfos en Juegos Florales y certámenes que hacen de su carrera un amplio porvenir.
Ha reunido en sus alforjas casi treinta océanos de versos que va dejando en cada puerto de la vida. Así, su poesía plasma la realidad de los hombres, la voz de este otro Ramón que habita adentro de su espíritu. Ese otro Suárez Caamal que no duerme y que sueña en los volúmenes de papel que construyen los lectores y los críticos, al festejar el ritmo de su lira.
Su nombre ha sido reconocido por autoridades culturales y educativas. Un premio Nacional de Poesía y un COBACH, ambos en Calkiní, recibieron su nombre desde principios de la década de los 90's. Con ello se le rinde un merecido homenaje en vida.
Ojalá se premie oportunamente a otros autores que en estos momentos no han sido reconocidos. Y que a Ramón Iván Suárez Caamal se le difunda mucho más en las escuelas para fomentar en los niños y jóvenes la imaginación creadora, de que tanto necesita la humanidad para vivir en paz. |