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PRÓLOGO
Por
Miguel León Portilla
La nueva palabra
aprendió a modularse con el canto de las aves y a matizarse con
los brillantes colores de las flores. Llegó el tiempo de que ella
naciera, floreciera, cantara y fuera escuchada. Como ha sucedido
en Anáhuac y otros muchos lugares, también en la Tierra del faisán
y del venado, la nueva palabra de los hombres de maíz, está dando
a conocer sus mensajes, anhelo, reclamo belleza y verdad, del pasado,
de hoy y del porvenir.
Jorge Miguel
Cocom Pech es maestro de la nueva palabra en su lengua materna,
el mayat'an. Su ser se nutre de esa tradición milenaria que ahondó
en los secretos del tiempo y erigió ciudades cuyos monumentos provocan
asombro. Conoció él de niño y de joven algo de la antigua palabra,
la que dejaron dicha los ah miatzob, y los ah dsi'bob, aquellos
que escribían en sus estelas y libros. Su corazón fue guardián,
no cueva cerrada de cuanto le confió su abuelo, don Gregorio, allá
en el pueblo de Calkiní. De don Gregorio aprendió el lenguaje de
las flores, las aves, los grillos y escorpiones; el lenguaje de
la noche y del viento, en suma el lenguaje de la Naturaleza, dueña
de la sabiduría del universo. El abuelo --nos dice-- revelándole
sus secretos, lo inició en varias pruebas, la del sueño, del aire,
del silencio y otros enigmas.
Pudo adentrarse
así el joven Cocom Pech en ese universo sagrado y mágico, pletórico
de símbolos que, a través de milenios, ha sido el hogar cósmico
del pueblo maya. Muchos procesos de cambio han afectado a ese universo
sagrado, desde los tiempos clásicos, los que a ellos siguieron y
los de la invasión española, hasta llegar el presente. Pero más
allá de los cambios, los mayas, señores del saber acerca del tiempo,
han mantenido vivas su lengua, el meollo de su visión del mundo
y cuanto les confiere su propia identidad, inconfundible, en el
ámbito de los distintos pueblos que integran el ser pluricultural
de México.
Escuchar al
abuelo que tantas veces le habló, fue para Jorge Miguel acercarse
a la antigua palabra, la que a su vez, don Gregroio había recibido
de sus ancestros. Y no fue un mero escuchar. Él aprendió a preguntar.
Quiso saber ¿qué son las flores, las nubes, las avispas, las cigarras,
las libélulas y los sapos? Tras prestar atención a las respuestas,
revelación de la antigua palabra en los secretos del abuelo, Jorge
Miguel formuló una última pregunta, tal vez con apremio y angustia:
"¿quién soy yo?"
La contestación
del abuelo fue señal de un destino, el que Jorge Miguel ha hecho
suyo: "Tu eres una pregunta viviente... tú eres una traviesa
interrogación ambulante..., en busca de una respuesta sin fin..."
Así ha sido. Nuestro amigo Cocom Pech, unas veces recordando las
palabras del abuelo y otras de sus sueños, entre dormido y despierto,
sigue siendo una pregunta viviente. Su propia y nueva palabra prosigue
en el interior de sí mismo el diálogo con los relatos ancestrales,
que ahora le pertenecen como maya que es él también.
Así, al recibir
las páginas que aquí nos entrega, su palabra da nueva forma de existencia
a la antigua. Pero, por encima de todo, creación literaria es la
suya, en la que se escucha el lenguaje de los pájaros, se entrevé
la presencia de los dioses, se contemplan las flores y mariposas
que se elevan. Como en los ciclos del tiempo, de que tratan los
viejos libros mayas, hay aquí también muchas formas de reencuentro:
sabiduría del pasado y compromiso con el presente.
La literatura
mexicana --y me atrevo a decir que la universal-- se enriquecen
con producciones como ésta. Más allá de cualquier realismo mágico,
Jorge Miguel Cocom Pech, con sus metáforas, paralelismos y luminosas
evocaciones, reactualiza en el presente, transformada en torrente
de vida, la sabiduría y belleza de la palabra antigua. La literatura
de los mayas --la de las inscripciones y la tradición oral, el Popol
Vuh y los libros de los Chilam Balam-- da nuevas flores y frutos.
Es parte insuprimible del universo de la expresión de los hombres
y mujeres que en todo tiempo y lugar preguntan y cuestionan, evocan
sueños, contemplan lo que ocurre, recrean e inventan aconteceres,
siempre en busca de sentido, deseosos de comunicar a otros sus vivencias,
sus aspiraciones y sufrimientos, sus fantasías y pensamientos.
Acerca
del libro Los secretos del abuelo (por Carlos Lenkersdorf)
Datos
biográficos de Jorge Miguel Cocom
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