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                         BRICEIDA: 
                          UN CÁNTARO QUE CANTA 
                          
                        Por 
                        Miguel Cocom Pech  | 
                     
                   
                  
               
                
              La 
                poesía de Briceida Cuevas es suave como el barro que sus abuelos 
                empleaban en la fabricación de cántaros y tinajas en el pueblo de 
                Tepakán, su lugar de origen. Sus manos pequeñas ya no se ocuparon 
                de los quehaceres de la alfarería si no obedecen a los dictados 
                de la sangre poética que bulle de sus entrañas. Ella, al igual que 
                sus hermanos y vecinos, jugó silbando la flauta de barro y se quedó 
                con sus trinos. Además, supo grabar el canto, la risa y la avidez 
                por el agua que oyó de los cántaros, cuando en su infancia iba a 
                sacar este líquido en los pozos comunales. 
                
              "Me 
                acaricia la grata frescura del gran pozo.  
              El 
                cántaro está conmigo,  
              es 
                mi compañero de andanzas,  
              me 
                sonríe.  
              Todo 
                el tiempo ríe, aún teniendo sed...  
              Doy 
                de beber al cántaro.  
              Canta 
                levemente miembras bebe...  
              El 
                cántaro ya no tiene sed" 
                
              Escrito 
                en la lengua maya que se habla en la península de Yucatán y traducido 
                al español, el poema P'ul (Cántaro), es un texto de Briceida Cuevas 
                lleno de añoranzas y de recuerdos, frescos como el agua que alguna 
                vez saciaron la sed de sus cántaros, figura en la que se personifica. 
                "El cántaro, poema erótico, es una añoranza porque hoy las 
                muchachas de mi pueblo ya no salen a traer agua con sus cántaros 
                en la cintura. Extraño esa romería de mujeres en torno a los pozos, 
                cuando junto a mis tías y primas íbamos por el agua. Fue una época 
                hermosa. En ese poema, le hablo al cántaro y siento que me contesta 
                al emitir ese sonido que sale de su boca, cuando sediento recibe 
                el agua". 
              Pero 
                el cántaro del que nos habla Briceida no sólo representa al compañero 
                travieso e inseparable de sus trajines. Es también el primero que 
                ama con ternura fraternal. 
                
              "Placenteramente 
                le puse el brazo al cuello, 
              lo 
                abracé 
              aunque 
                es muy travieso. 
              Me 
                hace cosquillas con su oreja en mi vientre, 
              asimismo 
                en mis costillas. 
              No 
                cesa en sus travesuras, 
              tampoco 
                cesa en cosquillar... con sus orejas..." 
                
              De 
                sus recuerdos y motivos que la impulsaron a escribir el tema de 
                los cántaros, ella nos dice: "Yo desciendo de una familia de 
                alfareros. En mi pueblo, desde que tengo memoria se hacían tinajas, 
                candelabros, incensarios, silbatos y cántaros que luego se vendían 
                en Campeche, Mérida y Calkiní. Hoy ya muy poca gente se dedica a 
                la elaboración de recipientes de barro. Las cubetas de plástico 
                y de latón han venido a sustituir a esos viejos compañeros de trabajo. 
                De aquellos recuerdos, me vino la nostalgia por escribir esas andanzas 
                con el cántaro suspendido a la altura de mi cintura". 
              Sin 
                embargo, en esos versos finales de poema, el cántaro compañero de 
                trabajo al transformarse en sujeto interlocutor de ojos y habla, 
                provoca en la autora las siguientes interrogantes: 
                
              "¿No 
                ve acaso 
              que 
                llevo la cubeta con la mano izquierda, 
              que 
                llevo en el hombro la soga? 
              ¿No 
                piensa acaso 
              que 
                así como me hace reír, 
              podría 
                hacerme soltarlo para que se rompa? 
              El 
                cántaro 
              no 
                ve nada, 
              ni 
                piensa, 
              solamente 
                está dedicado a hacerme reír. 
              No 
                veo nada, ni pienso, 
              solamente 
                me estoy carcajeando con él" 
                
              Miembro 
                fundador de la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas A.C., 
                organización de escritores constituida en Texcoco, el 26 de noviembre 
                de 1993, Briceida Cuevas Cob es una de sus integrantes más sobresalientes, 
                por lo que respecta a escritores en el idioma maya-yucateco. 
              La 
                última vez que nos vimos en su natal Tepakán, agregó al tema del 
                cántaro: "Mi abuelita Benita hacía cántaros pequeños. Un día 
                para mi mayor asombro, ella me dijo que el cántaro es el refrigerador 
                de los pobres: en épocas de calor el agua en su interior se mantiene 
                fresca, y durante el invierno el agua se conserva tibia". 
              La 
                más reciente publicación de Briceida Cuevas, U yok'ol auat pek' 
                  tí u kuxtal pek' (El quejido del perro en su existencia), es 
                un conjunto de nueve poemas con dedicatoria a los perros. En los 
                versos de este texto, la poetisa se duele del desprecio, la violencia 
                y el trato discriminatorio que padecen los perros comunes. En sus 
                palabras, hallamos la condena a la actitud que asumen los hombres 
                que prefieren a los perros de casta, menospreciando a los malixes. 
                En el poema 4 encontramos la descripción y reflexión de este primer 
                tema. 
              "Negro/  
                blanco/ amarillo/ café/ pinto/ perro común/ perro extranjero/ tiene 
                el mismo corazón. Pero tú/ sólo le compras comida al perro de casta/ 
                pero tú/ hasta lo sacas a pasear por la plaza/ Entonces tú/ pateas 
                al perro común con desprecio/ tú crees que anda detrás de ti/ por 
                el hueso que no le tiras/ No sabes que este perro/ es la muerte 
                que anda tras tus huesos..." 
              Sin 
                embargo, en el poema 6 el tema de la fidelidad canina está escrito 
                con versos cargados de profunda ternura. Una gran ternura que no 
                conoce de razas. 
              En 
                el análisis temático de este conjunto de poemas, no podía pasar 
                desapercibido la crítica social que conlleva el oficio poético de 
                Briceida Cuevas cuando nos describe en versos llanos y sencillos 
                cómo fue echado un perro que osó penetrar en el umbral de la iglesia 
                de su pueblo. El poema formulado a base de reflexiones y preguntas 
                destaca en actitudes que se encubren detrás y más allá de la fe 
                y la devoción cristiana. 
              Nacida 
                el 12 de julio de 1969, Briceida Cuevas confiesa que los primeros 
                lectores de sus poemas son sus hermanos, especialmente Alfredo que 
                también escribe poesía. 
              En 
                relación a este poemario, editado por el Instituto Quintanarroense 
                de la Cultura y la Casa Internacional del Escritor, en 1995, ella 
                dice: 
              "A 
                ese conjunto de poemas le faltan dos: uno en medio y otro al final. 
                A la mitad del poemario quiero escribir lo que les ocurre a los 
                perros cuando salen de su casa y no vuelven. Cuando esto ocurría 
                a los perros de la casa, mis padres los llamaban desde la boca de 
                los cántaros para que éstos volvieran a encontrar el camino, si 
                es que estaban perdidos. Y en verdad el perro luego de este conjuro, 
                emitido sobre la boca de un cántaro, volvía a nosotros." 
              Deseamos 
                que la poetisa maya-hablante pronto nos sorprenda con nuevos textos 
                en su idioma, permitiéndonos penetrar en ese mundo de imágenes de 
                piedad, de redención y de ternura que ayude a los hombres a recobrar 
                la sobriedad de la vida cotidiana. 
                
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